Durante el proceso que culminó con la elección del cardenal Josef Ratzinger, ahora Benedicto XVI, como el nuevo conductor de la Iglesia católica, fueron varios los nombres que se asomaron, sobre todo en boca de algunos periodistas de las grandes cadenas de televisión, que cubrían los acontecimientos en el Estado Vaticano, como posibles aspirantes al cargo. Entre ellos estuvo el del cardenal nigeriano Francis Arinze. ¿Y por qué se le mencionó tanto? Pues nada más ni nada menos, y así lo destacaron, se trataba en ese momento de la posibilidad de que por primera vez en su historia la institución hubiese podido estar bajo la conducción de un Papa africano.
Nada más lejos de la verdad aquello, puesto que tres han sido ya los africanos que han ocupado ese alto cargo. En este tema, el yerro de la industria mediática fue abismal y en extremo desorientador.
En la última década del segundo siglo después de la muerte de Jesucristo (años 189-199), Víctor I, hijo de un noble africano, ejerció el Pontificado. También lo hicieron, en su oportunidad, Milciades (311-314 d.C.), y Gelasio (492-496 d.C.). Como nota de atención, cabe señalar que todos fueron elevados a la condición de santos, en virtud de la impronta que cada uno dejó a su paso, breve si se quiere, como sucesor de Pedro.
Al inicio de su papado, se pensaba que Víctor I, por el origen latino de su nombre, era romano. Para la época, esto era comprensible. Anterior a su ascenso como primus inter pares, habían sido muy contados los Papas que no lo fueren. De él se dice que era de personalidad fuerte y dominante. Combatió las varias herejías de su tiempo, sin concederle tregua a los opositores de la Iglesia. Así, defendió a ultranza la pureza y la integridad de la fe recibida y las ordenanzas apostólicas, a tal grado que murió durante una sublevación popular, instigada por sus enemigos. Para la Iglesia católica este acontecimiento significó la "coronación glorificante por el martirologio" del Papa Víctor I. A ese primer Sumo Pontífice africano de la Iglesia de Roma se le tiene como una persona que siempre exhibió virtudes excepcionales y talento en su quehacer. El que hoy día se pueda, en circunstancias de suma necesidad, oficiar el sacramento del bautismo con cualquier agua natural, sin que esté bendecida, se debe a un decreto victoriano. Empero, su obra máxima está en que el mundo cristiano celebre la Pascua en domingo, un hecho de trascendente significado, que casi le cuesta un cisma a la Iglesia.
Más de cien años después del papado de Víctor I, otro africano habría de conducir la Iglesia católica. Se trata de Milciades, o Melquiades, como también fue conocido. El Palacio de Letrán, una de las varias sedes desde donde se ha ejercido el pontificio del cristianismo, lo tuvo como su primer ocupante. Con San Milciades se marcó el fin de la era de la persecución a la Iglesia, por parte de los emperadores romanos, y se instaló una época de paz nunca antes conocida hasta entonces. Fue él, Melquiades, el primer Papa cuyo apostolado se desenvolvió sin el "dolor" del acoso por la práctica de la fe. Así, le correspondió administrar un periodo de gran crecimiento del cristianismo, en un mar de tolerancia y libertad, al amparo de un conjunto de edictos emitidos por Constantino, primer emperador cristiano.
Hombre excelente, verdadero hijo de la paz y padre de los cristianos, fue la caracterización del preclaro San Agustín sobre Milciades.
Casi dos centurias después, a otro descendiente nubio, Gelasio, a quien la Iglesia católica reconoce como el "Padre de los pobres", le correspondió dirigir la Institución, a su más alto nivel. En apenas cuatro años y medio (492-496 d.C.) San Gelasio, con personalidad enérgica, se afirma, dejó marcadas huellas en todas las cuestiones relativas a la fe y la disciplina. Con absoluta claridad formuló, por primera vez, se piensa, la supeditación que en última instancia debe el poder temporal al espiritual, un principio cardinal del cristianismo, que ha sobrevivido a todos los tiempos. El muy comentado cardenal Francis Arinze (72) nació en el marco de la tribu Ibo. Su familia abrazó las prácticas tradicionales de la religión animista, pero él se convirtió al catolicismo a los nueve años de edad. Hoy por hoy, más que un pastor, se dice, es un insider del Vaticano, al cabo de muchos años de trabajo en la estructura, como responsable de las relaciones con el Islam. Un conservador como Josef Ratzinger, de humor relajado y encantador, en ocasiones se le ha criticado su carencia de un "pensamiento propio".
En todo caso, como nos muestra la historia, África ya ha tenido qué decir, y no poco, en la máxima conducción de la Iglesia católica. De modo que aún cuando la fumata final que exhaló la chimenea de la Capilla Sixtina, en días pasados, no favoreció al cardenal Arinze, los Papas Víctor I, Milciades y Gelasio constituyen buenos antecedentes que el continente negro puede exhibir cuando dentro de algunos años, inexorablemente, se dé la hora de explorar posibles sucesores de Su Santidad Benedicto XVI.
