El 98% es un porcentaje significativo en cualquier campo de actividad, más aún si se trata de la política. En ésta, sobre todo si la cifra señala el grado de ejecución, estamos ante un portento que nos envidiaría la mejor pintada de las naciones primermundistas. Y como la primera obligación del humor y el sarcasmo es dudar de todo lo que se vea, lea o escuche, creo que nuestra primera ciudadana sufrió algo así como una arremetida del síndrome de Pinocho cuando se jactó de que esa era la cifra mágica que, por los siglos de los siglos, simbolizaría el grado de efectividad de su período presidencial. En una nación con un porcentaje de pobreza rayando el 60%, no puede ser otra cosa más que una burla producto del humor negro más extremo.
Pero como dicen los entendidos, el mundo no es sino del color del cristal con que se le mira. ¿Noventa y ocho por ciento de ejecución? Depende desde qué ventana veamos el espectáculo. Si rememoramos toda la odisea llevada a cabo para convertir la casa de Punta Mala en parte del patrimonio familiar, si recordamos la aventura del helicóptero hundido, del escándalo CEMIS y los nombramientos en la Corte Suprema de Justicia, entre otros, pues no podemos más que creer que los principales beneficiarios sustentarán con ferviente entusiasmo la cifra proporcionada. Aunque semejante grado de ejecución no se haya dirigido a la masa ciudadana, muy por el contrario, tan monumental esfuerzo ha favorecido únicamente a un pequeño y cerrado grupo de compinches y cortesanos apegados a la silla y miembros de la banda política. Que en esto ha venido a parar lo que antaño era servicio al país y a la ciudadanía. Y si en alguna ocasión Aristóteles se atrevió a decir que el hombre era un animal político, los regímenes de los últimos años de nuestra historia, sobre todo este último, han venido a comprobar lo equivocado que andaba el grieguito: el hombre solamente es un animal.
Las últimas confesiones del magistrado respectivo en cuanto a que el Tribunal Electoral está sometido a la voluntad de los partidos políticos, pues vienen a ser la fosa en la cual se entierra, finalmente, la fe de los panameños en una institución que más que mandadera de las pandillas politiqueras, debería ser garante y defensora de unos procesos electorales fundamentales para la buena marcha de nuestra delicada institucionalidad democrática.
Pero, al César lo que es del César, y al gobierno bufo que nos ha tocado en desdicha sufrir, lo que le corresponde en la opinión de una no tan silenciosa mayoría. Que para hacernos mala sangre, es mejor reír... con el perdón de Neruda.
¡Ah! Y como siempre, en un tardío homenaje a quien fuera el maestro del género en este terruño: Mario J. De Obaldía.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. / Escribir, por ejemplo: "Panamá esta vuelta leña, / y se enriquecen, corruptos, los cortesanos, no tan lejos". / La hediondez de la bahía gira en el cieno y espanta. / Puedo escribir los versos más tristes esta noche. / Yo la quise, y ya en la silla ella no me quiso. / En las noches como ésta la tuve discurseando en la radio. / La escuché tantas veces bajo el cielo infinito. / Ella me quiso, a veces yo también le creía. / Cómo no haber amado sus discursos de campaña ahora traicionados. / Puedo escribir los versos más tristes esta noche. / Pensar que aún la tengo. Sentir que aún falta tanto. / Sufrir otra crisis inmensa. Más inmensa gracias a ella. / Y la miseria cae al pobre, como los billetes sobre los ahijados. / Qué importa que las encuestas no pudieran guardarla. / La vaina está estrellada y ella aún prometiendo. / Y eso no es todo. A lo lejos alguien canta. Algún imbécil, a lo lejos. / Mi conciencia no se contenta con haberla ungido. / Como para rematarla los escándalos la buscan. / Mi Cartier la busca, y ella tan fresca en Punta Mala. / La misma historia que hace recordar a los antiguos corruptos. / Nosotros, los de entonces, ya no comemos del cuento. / Ya no la quiero, es cierto, lo dicen las encuestas. / Por ello su voz busca las tribunas para cuentearnos de nuevo. / De otro. Será de otro. Como antes de mis votos. / Su voz, su cuerpo cansado. Sus ojos mentirosos. / Ya no la quiero, es cierto, lo dicen las protestas. / Es tan corto el amor, y es tan largo el período. / Porque en noches como ésta prometía y caminaba, / mi voto no se contenta con haberla votado. / Aunque éste sea el último chasco que ella me causa, / y éstos sean los últimos votos que yo le conceda.
