Existen, según los politólogos, dos tipos de partidos políticos. Los de masas, los cuales están relacionados con la política de plazas, con los líderes refiriéndose a los grandes planes para la nación desde un balcón, y con la inclusión de grandes sectores de la población históricamente fuera de la esfera política, como por ejemplo, los obreros; y los de cuadros, que se preocupan más por la calidad que por la cantidad de sus miembros, haciendo alusión a la formación política recibida por sus militantes.
El colega, copartidario y amigo Milton C. Henríquez define este tipo partidos como "de muchos dirigentes articulados y estructurados en una ideología", aunque coincidimos en que, en general, no hay partidos políticos ideológicos en Panamá. El gran perdedor de esta realidad, en mi opinión, es el electorado, debido a que todo partido político que llegue al poder cumple más o menos las mismas políticas que el que estaba en el gobierno anterior, sin darle la opción al pueblo, que votando a conciencia, tenga la oportunidad de elegir por una visión de país distinta.
Volviendo al tema de las ideologías, el cual muchas veces es visto como algo tedioso, pero a mi parecer fundamental, ha sido mal comprendido por parte de nosotros los políticos, haciéndonos olvidar que la educación es igual al progreso, y que el político panameño no está exento de esta realidad; y mucho menos cuando hablamos de temas fundamentales para el funcionamiento del Estado en búsqueda del bien común. Muy claro lo establece el líder máximo de la Democracia Cristiana panameña, Ricardo Arias Calderón, en artículo de opinión publicado en El Panamá América, en 1995, cuando el PDC aún era catalogado como partido de cuadros, cuando al referirse a las ideologías en los partidos políticos, plantea: "Ahora las ideologías deben formularse como un núcleo de valores y principios, no como un todo de ideas hechas núcleo abierto a la interacción y colaboración con los demás y expuesto a enriquecerse a partir de experiencias concretas". Pienso que es precisamente por esta razón que los últimos partidos políticos que han logrado superar el estricto régimen electoral –en materia de formación de partidos– no se han autodenominado con adjetivos ideológicos, como liberales (salvo el de Franco) o conservadores y demás, si no que han utilizado adjetivos y sustantivos de otra índole política, con el ánimo de tener una oferta novedosa al electorado, como, por ejemplo, nosotros los populares, pero también los patrióticos y vanguardistas.
En conclusión, el tema de los valores es fundamental para los partidos políticos, cuya realización se da con el financiamiento público mediante una fórmula de votos, lo cual, a mi parecer, es injusto, y que debe ser óbice a una reforma constitucional, tal y como se da en la distribución en igualdad a los espacios en los medios de comunicación para los partidos políticos.
Lo importante de todo esto es que todos los partidos políticos deben buscar su identidad, no solo para saber su propio rumbo, sino para que, efectivamente, los electores sepan por quiénes están votando y cómo van a actuar al momento de ejercer un cargo público, dejando a un lado el paternalismo y el clientelismo político, que no permite al panameño superarse integralmente. Pienso que el Partido Popular debe volver a ser de cuadros, de valores, de principios, y así tener una oferta electoral distinta, que precisamente el panameño en este momento necesita. Los políticos deben ser valorados por sus valores, ya que una palabra proviene de la otra. Son precisamente los mejores talentos, nuestras mentes más brillantes y los creyentes en las ideas los que van a lograr que Panamá forme parte del selecto escenario que denominan "de primer mundo", donde se respete de por sí y ante sí, sobre todas las cosas, la dignidad del ser humano. Esto no es un trabajo fácil, pero el pueblo panameño, sin temor a equivocarme, será el gran ganador.
