En una de esas noches de desvelos, en la que pensaba en qué clase de país le vamos a dejar a nuestros hijos, o si la ampliación del Canal nos beneficiará; me dediqué a monitorear el radio de transistor que me acompaña noche a noche, y encontré no solo un programa de charlatanes (de los que dicen predecir el futuro y atraer al ser querido), sino tres programas de ellos, transmitidos en estaciones radiales de reconocida trayectoria nacional.
Lo que pensaba que iba a ayudarme a terminar con el angustioso insomnio, en vez del antiguo método de contar ovejas o de tomar los somníferos de mi abuela, resultó ser una equivocada forma para tratar de conciliar el sueño. ¡Fue peor el remedio que la enfermedad!
Es una tristeza que en mi querido país exista un número impresionante de falsos psíquicos o mentalitas provenientes de Suramérica, que lucran vendiendo imposibles remedios para aliviar problemas del ciudadano común, incluso hasta prometen curar pacientes que médicos han desahuciado. ¡Maravilloso! ¿Qué tal si le pedimos a las autoridades de salud que les habiliten a estos "brujos" un consultorio en el Complejo Hospitalario de la Caja de Seguro Social, y de esta forma no morirán más panameños por alguna enfermedad? Si es por estos "psíquicos" muy pronto llegaremos a los 10 millones de habitantes en Panamá. Y así mismo la pobreza no existirá más entre los panameños, porque solo al consultarlos a ellos, las personas ganarán abundante dinero en juegos de azar y obtendrán el trabajo anhelado con poco esfuerzo. O sea, mucha plata y cero desempleos, como en campaña política.
¿Cómo pueden aseverar que tan solo al ver a la persona, saben cuál es el problema que esta tiene? ¿Viendo en un vaso de agua saldrá reflejada la imagen y nombre de quien hizo el "embrujo"?
Decía uno de estos "maestros" –como se hacen llamar- en su programa, que don Carlos ganó ocho mil balboas, la señora Felícita ganó cuatro mil, que fulano ganó 600 balboas, y así nombró como a tres personas más que daban testimonio de agradecimiento por darle los números de la lotería. ¡Qué patraña!, inverosímil asegurar que ellos son los profesores que se quemaron las pestañas estudiando las ciencias ocultas y que Dios los ha bendecido para que puedan ayudar a la gente necesitada. Hasta invocan a Dios para tratar de despistar a cualquiera que pretenda desenmascararlos. Gran astucia de estos maleantes.
Algunos montan todo un espectáculo telefónico con llamadas que ponen al aire. Los oyentes son engañados por el "maestro" con un hábil juego de preguntas y respuestas, que van llevándolo hasta que acepten o contesten lo que su interlocutor quiera. Y así hacen que en pleno programa en vivo otros oyentes les crean sus mentiras de hombres sabios con poderes sobrenaturales; y que le han adivinado toda la vida al incauto que osó llamar a la emisora.
Si en realidad hacen su trabajo para ayudar a las personas que están desamparadas, enfermas, deprimidas, que están en la miseria; entonces, ¿por qué cobran esas consultas, sahumerios y amuletos?
Lo mas lógico es pensar que de tener esos poderes para adivinar los números de la lotería o de dar la suerte para el bingo y casino, mejor es que los utilicen en beneficio propio y jueguen ellos mismos y ganen todo el dinero del mundo.
Es curioso que emisoras radiales y las autoridades que otorgan los permisos para hablar en ellas, se presten para que pícaros se aprovechen de humildes panameños, quienes hacen toda clase de sacrificios para pagar las consultas y talismanes de la suerte.
¿Por qué no se considera esta clase de delito como estafa? ¿No hay alguna forma que se investigue a oportunistas estafadores y que de encontrarse evidencia, sean procesados judicialmente?
¿Quién es responsable de que continúen estos señores estafando a diestra y siniestra?
¿Serán las autoridades? ¿Las estaciones de radio donde pasan estos programas? ¿Los mismos ciudadanos que acuden a estos misteriosos "centros sagrados de la prosperidad" para consultar el futuro?
Bueno, claro está. Engañan al que se deja engañar. Y recordemos que para Dios no es de agrado la hechicería ni la magia de cualquier color, ni la blanca.
Una reflexión de José Martí no pierde vigencia en nuestros días: "La superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos".
