Perder la cabeza es una expresión usada con frecuencia. Se puede perder por razones diversas: por amor, distracción, o ambición; por un salario, terrenos, y hasta por un dolor de muela.
Una vez escuché esta fábula que comparto con usted. Había un sapo al que le gustaba tomar el sol sobre los rieles del tren; un día se durmió, tan sabrosito estaba el riel, que no oyó acercarse el tren que ¡tácata!, le arrancó una patita trasera; el sapo la recogió y, cuidadosamente, la colocó donde correspondía.
"Y aquí no pasó nada", se dijo. Días después sufrió un percance similar: por estar mirando una atractiva rana se distrajo y el tren le rebanó una pata delantera; ducho en remiendos, la recogió y sin dificultad se la pegó. Y así pasaban los días del sapo de esta historia. Una mañana, después de una parranda, se acostó a dormir la "goma" sobre los rieles. Esta vez el tren le voló la "cola" (en sentido figurado, porque los anuros no tienen cola). Impertérrito recogió la parte cercenada pero, por razones obvias, no resultaba muy fácil colocársela. En eso estaba y no vio venir el tren que esta vez dejó sin cabeza al descuidado batracio, que sin cabeza, era batracio muerto. Fin de la fábula cuya moraleja dejo para el final.
En Washington, D.C., donde se cuecen las habas mundiales, está en el candelero una historia de amor; pero no del amor de Quinto Patio que cantaba Fernando Fernández, sino de amor en las altas esferas internacionales y financieras. El presidente del Banco Mundial (BM), Paul Wolfowitz , quien antes estuvo en el Pentágono como hombre de confianza del presidente Bush, tiene una novia: Shaha Riza. Como el BM no permite relaciones amorosas en la organización, Shaha fue acomodada en el Departamento de Estado, con Liz Cheney (hija de papá, el vicepresidente Dick Cheney, algo que por acá llamamos nepotismo) con salario libre de impuestos, pagado por el Banco Mundial. ¡Amor del bueno! En el 2006 el salario de Shaha subió de $132 mil 660 a $193 mil 590 anuales, mejor pagada que la ajetreada Condoleeza Rice que se baja de un avión para subirse en otro.
Lo costoso del romance quedó al descubierto y aunque el acosado Romeo ha asumido la responsabilidad por "el error" (el exagerado aumento de salario a Shaha), le ha reventado en la cara su discurso anticorrupción, sus "cantaleteos" sobre transparencia, y que hasta bloqueó préstamos que consideraba "sospechosos". Recto el hombre, ¿no? Cuando las cosas se le pusieron peliagudas (a pesar de que el gobierno de Bush le está metiendo el hombro) empezó a repartir culpas, sin éxito, pues todo indica que fue él quien dispuso mejorar los ingresos y el bienestar de su bien amada, sin cubrir los trámites requeridos. Una noticia (Washington Post) dice que el BM, agencia "anti- pobreza" paga al vocero de Wolfowitz, Kevin Kellems, $240 mil anuales, o sea, $20 mil al mes.
¿Cuánto ganará Wolfowitz en la organización anti-pobreza que preside? Si con lo que le pagan desea regalarle a su Dulcinea joyas, casa en Las Bahamas, o un apartamento en la Quinta Avenida, allá él. Lo indecoroso es que haya usado los fondos del BM para favorecer a la dueña de su corazón. Y resulta irónico que el gobierno norteamericano, que a cada rato nos sermonea con discursos anticorrupción, esté tratando de mantener a Wolfowitz en su puesto, para lo que ya tiene andando una campaña para minimizar (o hacer desaparecer) este escándalo. Así que ni se le ocurra al gobierno norteamericano regañarnos por situaciones similares en nuestro país, o porque no hay quien le ponga cascabeles a nuestros supergatos que se sirven, para provecho personal, de los bienes del Estado.
La historia de la humanidad es rica en capítulos que entretejen el poder y el amor. A Arnulfo Arias le costó la Presidencia una escapada romántica a Cuba. Perón permitió a su amada Evita (que sentía pasión por las joyas, la ropa carísima, y las pieles), dispusiera a su antojo de los fondos del Estado y del poder político. Marco Antonio, el general romano, perdida la cordura por amor a Cleopatra, la reina egipcia, llegó a regalarle tierras del imperio romano. De haber existido en aquella época los adelantos tecnológicos actuales (televisión, celulares con cámara fotográfica, satélites espías), los vasallos se hubieran enterado de que un magistrado de los Santos Votos del reino emplanillaba su parentela y la de su bienamada en el Tribunal de las Sagradas Elecciones.
O que Cleopatra usaba la carroza oficial de Marco Antonio para ir a su oficina de la Publicidad del Imperio. Algo así como lo que sucede en el Tribunal Electoral, donde un magistrado emplanilló a varios parientes suyos, y de la dueña de su corazón; y a quien le permitió, además, el uso indebido de un privilegio que no le correspondía (la placa E en su automóvil).
Por amor a Shaha , Wolfowitz podría ser descabezado. Quizás, de haber conocido la historia del sapo no hubiera permitido que la cola, o sea, el salario de Shaha, lo pusiera en aprietos. ¿La moraleja en el cuento del sapo?: "No pierdas la cabeza… por una cola". Moraleja que deberían tener presentes los que se enredan en los hilos del amor y el poder.