José Otero jotero@prensa.com
Marcos Mangarrez Davis, confeso de haber matado de 14 cuchilladas al sacerdote Jorge Altafulla, nació en 1969 en la provincia de Colón, dentro de un hogar humilde y sumamente religioso.
Desde temprana edad desarrolló inclinaciones hacia el sacerdocio e inclusive fue sacristán en varias parroquias de la capital, incluida la Iglesia San Gerardo de Mayela, en Chanis.
En 1994, a los 23 años y con mucho entusiasmo decidió inscribirse en el Seminario Mayor San José como aspirante a sacerdote. Para esa época el rector de este seminario era el obispo Jorge Altafulla, asesinado el domingo pasado.
Sin embargo, en noviembre de 1996, el cuerpo de asesores, el representante del obispo de la diócesis de Panamá y el rector Altafulla de ciden expulsar a Mangarrez por conducta impropia.
Carlos Lee, asesor de la Iglesia católica panameña, dijo que la principal causa de la expulsión de Mangarrez del seminario era su perfil sociológico desfavorable, ya que mostraba una personalidad inestable que provocaba problemas de convivencia con sus colegas y que ello lo descalificaba para ser sacerdote.
El arzobispo de Panamá, José Dimas Cedeño, manifestó que de todo los problemas sicológicos que mostraba la personalidad de Mangarrez, en ningún momento se reflejó el homosexualismo.
Unos días después de que Mangarrez fuese expulsado del Seminario Mayor San José, ocurrió un incendio en la habitación de Altafulla. El sacerdote salió ileso y el caso no tuvo repercusiones mayores.
Luego se matriculó en la Universidad Santa María La Antigua, en la cual solo estuvo un año y posteriormente pasó a estudiar Derecho en la Universidad de Panamá.
Varios de los profesores de Mangarrez lo califican de excelente estudiante, muy preocupado por la desigualdad de clases sociales y defensor de los derechos humanos, especialmente de los niños y ancianos. En la actualidad cursaba el quinto año de la carrera en esta universidad.
Sin embargo, el perfil criminal que hizo de él la PTJ refleja que ha guardado un resentimiento por muchos años, resentimiento que afloró en la acción violenta del domingo pasado.
Se considera que Mangarrez planificó con gran tiempo este crimen, toda vez que llevó ropa para cambiarse, trató de limpiar la escena del crimen, escondió las evidencias y trató de crear una coartada casi perfecta, la de estar en una misa ante gran cantidad de testigos, a una distancia prudencial del lugar donde cometió el homicidio.

