"Primero te ignoran, luego se ríen de ti, después te atacan, entonces ganas", Mahatma Gandhi.
No tenía la menor duda que, al cuestionar dogmas religiosos en público, recibiría ataques personales de todo tipo y ángulo. He procurado, usualmente, ignorar esa mediocridad intelectual pero, por respeto a mis habituales lectores y a mi trayectoria académica, esta vez debo enfrentarlos.
Hay individuos por ahí, sin aparente oficio mediático y tiempo de sobra, presumiblemente guiados por una ilusoria señal sobrenatural, que desde hace varios años arremeten contra mi persona, con desprestigios, descréditos, insultos, incoherencias y maniqueísmos, cada vez que sale mi columnadominical, particularmente cuando critico doctrinas espirituales. Este comportamiento es típico de quienes no pueden surgir por mérito propio y, debido a la impotencia, tratan de enlodar a las figuras que envidian. Estos sujetos despliegan, usualmente, sus ebulliciones bajo el refugio de pusilánimes seudónimos. Como fracasan en el debate racional de conceptos por extinción de argumentos lógicos, la nueva estrategia parece encaminarse a escudriñar cada vocablo emanado de mi pluma para endilgarme calco de pensamientos ajenos. Para esto, revisan libros, artículos, revistas, panfletos, volantes, pancartas, pasquines, blogs y chats buscando alguna similitud de opiniones. Pongo a su entera disposición mi hoja de vida para tan afrodisíaca faena. En estos tiempos de infinita información, la cual pulula caóticamente por el ciberespacio, lugar donde las palabras se diseminan para la eternidad y las gentes se disipan en la informalidad, la tarea, aunque entretenida, será titánica.
Sólo para docencia del distinguido lector, la visceral acusación de plagio formulada en mi contra no tiene asidero intelectual ni legal por varias razones. En artículos médicos, los resultados y conclusiones de un ensayo científico se describen textualmente en un párrafo y la cita del apellido del autor o su número de referencia bibliográfica se menciona al inicio o al final del comentario. No es necesario aplicar comillas porque se sobreentiende la fuente de los datos y argumentos. En la mención que hice de los hallazgos de Francis Crick, a quien cité correctamente, resulta descabellado imaginar que pretendía apropiarme de las conclusiones de experimentos en neurociencia cuando mi campo de investigación es en enfermedades infecciosas pediátricas. En cuanto a la clonación de unas ideas atribuidas a la sicóloga chilena Alejandra Godoy Haeberle, estas pertenecían a fragmentos de diálogos públicos exhibidos en páginas de la web. No aparecen en libros o artículos ni proceden de estudios de investigación, por tanto carecen de "derecho de autor" para ser reclamadas legalmente como originales. Además, las frases en cuestión forman parte de una trama notablemente distinta a mi elaboración sobre la cuestionable existencia del alma. De hecho, la autora, a quien contacté recientemente, manifestó por escrito su malestar por toda la alharaca montada al respecto y lamentó que haya personas que en lugar de rebatir conceptos se dediquen a generar agresiones de índole personal.
Como bien apunta un entrañable amigo y fino ensayista, toda obra científica o literaria es una especie de palimpsesto, lo único verdaderamente original es la manera de decirlo, el contexto de la construcción y el estilo utilizado en esa escritura. A Pablo Neruda, premio Nobel de Literatura, se le acusó de plagiar un verso de Rabindranath Tagore. Si uno compara ambas estrofas, la similitud de palabras es notoria pero la reformulación de la prosa dentro del contexto de su obra, hace de su poema un exquisito manjar para enamorados. Según prestigiosos abogados consultados, uno de ellos experto en propiedad intelectual, desde una perspectiva eminentemente legal, el acusador cae en una confusión sobre los derechos de autor. El derecho de autor no otorga monopolio sobre la idea sino que únicamente protege, transitoriamente, las formas y expresiones utilizadas para darles una impronta original, es decir se salvaguarda el diseño de la ropa que viste dichas ideas. Por ejemplo, J.K. Rowlings no es dueña de la idea de un niño mago y huérfano sino dueña de la idea de un niño mago huérfano que se llama Harry Potter. Nosotros los humanos somos copias exactas del 99% de los genes simiescos y, eso, de ninguna manera significa que nos parezcamos (bueno, en la conducta maligna, quizás algunos sí…). El arte y la ciencia construyen a base de bloques, uno encima del otro. Se debe diferenciar entre plagio (que va desde la copia textual hasta la copia substancial de una obra), uso académico (el cual es permitido) y creación independiente (la cual derrota la acusación) con el conocimiento genérico que pertenece a todos. Es por ello que solo existe monopolio de la idea en el tema de las patentes, en cuyo caso la idea está limitada a la descripción exacta y especifica de la patente y por un breve espacio de tiempo.
Todo lo que sabemos es fruto de lo aprendido y memorizado, a lo largo de nuestra vida familiar, escolar, social y cultural. La creatividad literaria, por tanto, es el arte de combinar elementos previamente escritos pero de manera original para imprimirles prestancia y significado inéditos. Como señalaba Tomás Alva Edison: "El genio es 1% de inspiración y 99% de transpiración". Tema zanjado. Paso a asuntos más provechosos y trascendentes.
