Indiscutiblemente que somos herederos del pensamiento de muchos hombres excepcionales y sobresalientes de otros siglos, algunos más recientes que otros, como por ejemplo: Jesús, Mahoma, San Agustín, Lutero, Kant, Voltaire, Rousseau, Napoleón, Hegel, Lincoln, Bolívar, Juárez, Engels y Marx y, yo diría que sobre todo, el gran maestro Jesús y el polémico y controvertido Karl Marx, por coincidencia, judíos, reformistas y revolucionarios.
Para mí, estos dos personajes son la génesis de lo que se conoce con el nombre de “pluralismo ideológico” que ha revolucionado al mundo hasta nuestros tiempos. Se me ocurre pensar que Jesús, el hombre, conocía de los pensamientos de Sócrates, Aristóteles y Platón y muchos otros filósofos anónimos del Asia de aquella época.
Por su parte, Marx también se deja fascinar por toda esa savia nutritiva de los grandes filósofos universales y la bebe con ansias, solo que se indigesta con ella y la vomita salpicada de sangre. No obstante, el creador del sistema comunista es honesto. La historia se ha encargado de demostrar que los deshonestos son los marxistas. En su “indigestión” Marx es víctima de toda esa complicada mezcla con tantas sazones e ingredientes filosóficos y tanta realidad social y política. Muchos hombres han querido “sanear” el pensamiento de Marx, así como muchos han pretendido, en algunos casos ilusamente, interpretar el pensamiento de Cristo. Y, es precisamente de todas esas interpretaciones de todos los pensamientos de esos hombres, que ha surgido y surge el pluralismo ideológico.
De todos es conocido que este pluralismo ideológico ha motivado resultados variados. Sabido es también que los hombres y la sociedades cambian, evolucionan… se transforman y así mismo cambian y evolucionan las ideas y por ende los sistemas, aunque hay ideas y sistemas que difícilmente cambiarán. Y es porque el hombre permanecerá siempre igual en su fiel y leal determinación de ser libre y luchar por encontrar mejores formas de vida. El hombre busca formas y sistemas que garanticen su bienestar en donde pueda vivir en paz y libertad y sin restricciones que no sean las normas jurídicas dentro de un estado de derecho.
En esa búsqueda coinciden todos los hombres de buena voluntad, aquellos que no pretenden esclavizar a su prójimo. Así las cosas, todo pareciera indicar que en nuestras sociedades solo caben las ideologías que no destruyen ni esclavicen, que no nieguen los derechos inalienables de los hombres, que no eliminen su individualidad sin caer, claro está, en el libertinaje; que no le coarten su derecho a disentir, ni a pensar y actuar de acuerdo con la idea de que la paz es el derecho de los demás y que ningún hombre debe someter a otro.
Solo en un estado de derecho puede el pluralismo ideológico llegar a su expresión más significativa. Cuando imperan las leyes más convenientes dentro de la más armónica convivencia y justicia social; entonces cabe un pluralismo ideológico donde se aplican los mejores mecanismos de filtración y depuración de las mejores ideas filosóficas y políticas sociales y humanas. En donde los partidos políticos son representativos de la dignidad de la patria y no se convierten en la codicia y deshonestidad de los dueños de esos partidos y de sus seguidores cómplices. Solo donde gobierne un pueblo, del pueblo y por el pueblo, mediante el libre sufragio universal y se respete esa pluralidad de votos y sus resultados, entonces podremos hablar y entender un pluralismo ideológico óptimo.
