En una misma semana el planeta puede dar varias vueltas sobre sí mismo y comportarse de una manera esquizoide. Y la verdad… uno ya no es de caucho para aguantar tanta flexibilidad. Hay algunos seres inteligentes -o supervivientes, mejor- que se adaptan a las situaciones como el bambú al viento que golpea caprichoso, pero hay otros, necesitados como estamos de las raíces de lo seguro, a los que tanta contradicción nos va a matar.
La semana pasada fue una de esas. Los académicos suecos a quien nadie elige, eligieron los Nobel en diversas disciplinas mandando mensajes confusos pero, al mismo tiempo, explicando muy bien el mundo en el que vivimos.
No comentaré los premios Nobel de ciencias porque mi ignorancia en la materia solo es comparable con la pereza de mi profesor de física en secundaria, quien me provocó una confusión eterna disléxica entre esa materia y la química que, por ridícula, no debería yo confesar.
Si me concentro en lo correspondiente al terreno humanista me siento más cómodo, ya que son áreas del conocimiento tan dadas a la "doxa" que cualquier opinión puede pasar por sesuda y disimular la ignorancia de quien la está emitiendo.
Al grano. Primero supimos que el Nobel de Literatura había recaído en esa mujer deaspecto familiar, como de abuela sentada en el salón familiar esperando la llegada de los nietos pero que, como algún crítico ha afirmado, es el ícono del feminismo a pesar de sí misma.
Como todos los años, los premios Nobel de Literatura sirven para demostrarme lo inculto que soy y rara vez conozco al merecedor o merecedora de la distinción. No iba a ser menos en 2007. Así que, siguiendo el ritual anual y con la facilidad de Google como herramienta, algo más supe de Doris Lessing y me enamoré de inmediato de su descaro, de su profundidad sicológica y de su valentía de mujer dispuesta a ponernos el espejo a los hombres -"Los hombres son un invento reciente. Tienen ideas distintas e imprevisibles. No se puede contar con ellos. Todavía no se han asentado. Las mujeres son más sólidas, se nota que han echado raíces"- y de cuestionar a las mismas mujeres por las oportunidades perdidas: "Las feministas de los años sesenta podían haber hecho muchas cosas. Pero su fuerza se fue criticándose las unas a las otras. ¿Sentían tanto desprecio por las mujeres. Hablaban de las que no tenían profesión como si fueran una birria. Eso hizo mucho daño".
Me he puesto como asignatura leer su último libro, The cleft (La grieta), para descubrir la agresividad que hizo renunciar a la correctora de estilo, que no pudo soportar el lenguaje brutal y sincero de esta mujer de 88 años. Después prometo leer El cuaderno dorado, obra clave del feminismo mundial desde que se publicara en 1962.
Las buenas noticias duraron poco porque, en seguida, se supo que el premio Nobel de la Paz se parecía más a una gala de MTV que a un reconocimiento a las personas que, realmente, luchan por la paz en sus países o en el planeta.
Yo imaginé que la Academia podía ser oportunista y darle la distinción a uno de los héroes de la resistencia pacífica birmana -asunto minimizado en los medios porque los militares entendieron que si no hay imágenes el problema es menos problema-; también me pareció que podían elegir a la postulada argentina Patricia Mónica Pérez, esa mujer valiente como pocas que lidera a la Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo VIH/SIDA. Como poco, me esperaba con el Nobel en sus manos cercenadas a algún africano o asiático perseguido hasta el confín de la tierra o a algún latino de los consagrados a solucionar los conflictos violentos de Colombia o las muertes sin sentido de Juárez…
No, todo no podía ser tan bonito. El Nobel de la Paz estuvo dedicado al calentamiento global, que seguro nos llevará a alguna guerra, pero que todavía es un asunto medioambiental. Y se lo dieron al stablishment más stablishment. Por un lado a Al Gore, el ex vicepresidente del país que no ha firmado el Protocolo de Kyoto, el político del país más agresivo con el planeta metido ahora a alternativo de moda. Al Gore y su Verdad incómoda (esa que todos conocíamos menos él), el niño lindo que entra dentro de la categoría de los falsos comunistas liberales de Porto Davos (fusión entre el otrora alternativo Foro de Porto Alegre y el siempre millonario Foro de Davos) inventada por ese eslovaco genial llamado Zizek.
Por el otro lado, al grupo de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, un grupo de alto nivel que ha reconocido a regañadientes haber 'acomodado' sus informes a la conveniencia de los gobiernos que los financian.
Este planeta está loco, o si no lo está es un inmenso manicomio gerenciado por nosotros, los napoleones que juran ser cuerdos disfrazados de locos y los esquizoides que recetamos medicinas contra la locura a los pocos sanos que quedan por ahí.
