Señor Presidente, aunque estoy de acuerdo con sus fines de sanear la institucionalizada corrupción que nos asfixia, los métodos que utiliza pueden interferir con lograrlos. Por la conformación de su gobierno, intuyo que pocos meterán las manos para drenar las arcas estatales. Lo preocupante, sin embargo, es que se introducen muchas patas. Sé que lo advirtió con los eslóganes de campaña, pero nunca creí que iban a ser tan frecuentes y en tan escaso tiempo de liderazgo. Usted me cae bien. Lo veo capaz de cercenar los podridos tentáculos que esa telaraña de políticos tradicionales ha esparcido en Panamá. Por el bien del país, le deseo éxito rotundo. Me preocupa, empero, que se haya rodeado de aduladores y no de gente que le ofrezca críticas desinteresadas y constructivas.
A mi juicio, los desatinos iniciales obedecen a una combinación de varios factores. A la personalidad espontánea y transparente del jerarca, a la falta de experiencia política de algunos funcionarios y a la dudosa capacidad del grupo de consejeros. El primer factor es pasable pero potencialmente peligroso. No soy tampoco partidario de excesiva formalidad, pero usted representa a todo un país y en el campo diplomático hay reglas que respetar. Ir vestido de vaquero a una toma de posesión presidencial internacional es falta de sentido común. Inmiscuirse en asuntos tan delicados como la custodia de la tierra “santa” puede ser caldo de cultivo para incitar actos de represalia contra ciudadanos o posesiones istmeñas. Ese lugar es reclamado por tres monoteísmos –cristianismo, judaísmo e islamismo– los mismos que han propiciado odios, intolerancias y guerras contra la humanidad. Los terroristas de Al Qaeda podrían estar ya buscando la localización de Panamá en el mapa mundi.
El segundo factor es comprensible, pero debe ser transitorio. Espero que con algo más de tiempo, la experiencia ayude a prevenir más errores. Tantos años criticando a los diputados por dedicarse a actividades ajenas a la discusión de leyes y ahora se les pide entregar mochilas en las escuelas. Para colmo, a un legislador de los que parecía decente se le ocurre grabar el nombre de Meduca en su camión de reparto. Es evidente que el “juega vivo” está insertado en los genes de muchos panameños. La remoción de esta tara genética tomará varias generaciones, siempre y cuando se castigue a los corruptos de manera ejemplar y se imparta educación ininterrumpida en ética y civismo desde el nacimiento. Para colmo, cualquier reforma educativa o sanitaria que se planea para beneficio futuro de la Nación, es obstaculizada por los anárquicos gremialistas de siempre, unos por órdenes directas de la retrógrada cúpula del PRD y otros por sumisión a los lineamientos de ñángaras desfasados. ¿Cuándo llegará el momento en que a los que realicen huelgas sin sentido o tranques de calles les caiga todo el peso de la ley? Mientras no haya disciplina, seguiremos inmersos en pobreza y mediocridad. Otro yerro que debe enmendarse es la compra directa sin licitaciones de por medio. Comprendo que se pretenda ayudar rápidamente al pueblo necesitado y que la burocracia es agobiante, pero para tranquilidad de la sociedad los mecanismos deben ser lo más transparentes posible. Además, la confección de empresas pocos días antes del anuncio de adquisiciones se presta a suspicacia.
El tercer factor merece una depuración urgente en la cofradía de asesores. La asesoría electoral fue muy exitosa. La asesoría para gobernar flaquea estrepitosamente. Los momentos de ser candidato pasaron, toca ahora ser mandatario. Manifestar que la “izquierda” está inconforme con sus medidas es desconocimiento profundo. Una cosa es la ideología que profesan las cúpulas sindicales y los retóricos profesores universitarios anclados en la época de Marx y otra muy distinta es la de pensadores liberales afines al socialismo moderno que favorecen una simbiosis privada–pública, individual–colectiva, empresarial-social como mejor herramienta para fortalecer la democracia y alcanzar bienestar global. Hay muchos panameños decentes que pertenecemos a esa izquierda light de avanzada, que nos gusta vivir dignamente pero que anhelamos también que todos los seres humanos, holgazanes aparte, vivan de forma similar. Aproximar hacia arriba, nunca hacia abajo.
Podría, incluso, tolerar el nombramiento de dos magistrados afines y un procurador de confianza si esta estrategia logra, a corto plazo, sus objetivos de meter presos a los que entraron limpios y salieron millonarios de gobiernos pretéritos. Pero, tan pronto se ejecute la ansiada justicia, usted debe impulsar una verdadera separación de poderes que fortalezca la democracia. No imite al paranoico dictador venezolano. Las consultas populares esporádicas pueden ser beneficiosas si las preguntas se plantean adecuadamente, sin buscar conveniencias clandestinas. En estos cuestionamientos será clave escuchar a expertos locales de íntegra reputación y no dejarse llevar por euforias transitorias, trasnochadas ocurrencias o sugerencias de la derecha republicana yanqui. Incluir la pena de muerte, por ejemplo, sería una estéril barbaridad. Como atinadamente manifestó Óscar Arias en su brillante discurso titulado “Que cada palo aguante su velo”, en manos de populismo y demagogia, una democracia participativa caótica puede ser aún peor que una democracia representativa disfuncional.
“La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”, Winston Churchill. En especial, las que son bien intencionadas, agrego yo.