A las 5:00 de la mañana, al sargento Ramón Aristides De Icaza y sus dos compañeros, los sargentos Valencia y Vázquez, de servicio en la policía del Area Canalera, se les pidió, durante la formación mañanera, que pusieran especial atención, ya que estaba lloviendo a cántaros, lo que hacía que las condiciones fueran propicias para que se suscitaran accidentes de tránsito.
De Icaza, quien lleva 18 años trabajando como policía, se ubicó en el semáforo del antiguo Ancón Inn, para tratar de dirigir, con el mayor orden posible, la marea de vehículos que viene todas las mañanas del área oeste.
A los pocos minutos, uno de sus compañeros lo alertó de que en la GoodYear salía una gran cantidad de humo.
El sargento De Icaza corrió en su moto y llegó en pocos minutos, se percató de que el inmueble estaba en llamas y corrió hacia la estación de bomberos a avisar a los camisas rojas. Al llegar vio que los bomberos iban en camino y decidió regresar al área del desastre.
De Icaza entró a una de las barracas para ver qué podía hacer por las víctimas. Cuando subí a la primera barraca, yo sabía que allí había una muchacha, traté de ir por ella, pero todo estaba ardiendo, había demasiado fuegoy mucho humo. Sentía como que me iba a asfixiar. Luego empezaron a estallar los tanques de gas y no pude hacer más. Bajé y me fui a otra barraca a tratar de ayudar a otras personas, narró.
Dentro de las barracas -según dijo- las madres lloraban y los niños tosían y gritaban, mientras trataban de correr hacia un patio posterior para ponerse a salvo.
Mientras esto sucedía, De Icaza se había pasado a la otra barraca para tratar de salvar a las personas atrapadas.
Pude ver a un señor de entre 60 y 70 años que estaba en un balcón, yo traté de ir a buscarlo, pero me percaté de que la escalera estaba en llamas. Le pedí entonces que se colgara de la baranda para agarrarlo y luego le dije que se soltara. Nos caímos los dos, me levanté y luego recogí al señor del suelo. En ese momento se me cayeron el radio de comunicaciones y el reloj. Recogí el radio y salí con el señor, pues ya no había tiempo.
Luego, dijo, en compañía de sus otros dos compañeros empezaron a patear las puertas de madera y a gritarle a las personas que salieran.
Al final del día, De Icaza había logrado rescatar de las llamas a cinco personas, un perro y un refrigerador.
