Hay muchas razones para sentirme orgulloso de ser panameño, pero últimamente ese sentimiento está desapareciendo. La verdad, siento vergüenza o pena ajena. Entre los tantos malos comportamientos de mis connacionales encuentro preocupante, por sus consecuencias, la falta de autoridad de los funcionarios que supuestamente deben ejercer acciones policiales.
Nótese, por ejemplo, que se aumentó la cuantía de la multa por manejar por los hombros de las vías públicas, pero extrañamente esto le ha causado risa a los malos conductores y eso debido a que los agentes de tránsito hacen muy poco o nada al respecto. Por supuesto, usted puede observar que el policía presencia la falta y no le interesa para nada. Si todas las infracciones de tránsito se sancionaran, habría dinero suficiente para dotar de más y mejores herramientas a la Policía Nacional.
En las corregidurías de barrio, usted puede leer letreros que dicen: “Prohibido entrar en camisetas, chancletas, rollos, etc.”, y la gente entra en las peores fachas. He llegado a la conclusión de que el policía que ahí labora no tiene la capacidad para entender que esa falta constituye un irrespeto para él o para los funcionarios de la oficina que, con su presencia, apoya.
En el puente o rotonda de la Roosevelt o en el siguiente puente, en San Miguelito, todos los días hábiles usted observa cómo los maleantes al volante tratan de entrar, de primeros, a una fila que viene de muchos metros atrás, interrumpiendo así el tránsito por los carriles que continúan en sentido recto. A veces se colocan ahí agentes de tránsito y después se desaparecen por varias semanas.
A lo largo de la carretera Interamericana lo que más se observa es a policías chateando, bajo árboles frondosos. Pero lo que sucede en la calle 25 de Calidonia es el topón de la falta de autoridad, ahí no rige la ley panameña. Le recomiendo no transitar por esa vía, so pena de ser atacado por un maleante o “pavo” de los busitos “piratas”, eso sí, en presencia de agentes de la Policía Nacional, por cierto, miedosos. Esto, y otras tantas cosas, demuestra que el director de operaciones de tránsito no tiene la capacidad para resolver este desorden. Aunque en un artículo anterior dije que el señor presidente no tiene carácter, lo descrito en este no lo puedo achacar a la actual administración, porque es un mal que viene en aumento, desde hace muchos años.
Hasta hace poco usted veía a los vendedores de CD piratas mostrar sus productos frente a policías, y estos últimos no entendían que eso era un delito. Las autoridades no tienen la capacidad, el carácter, ni la voluntad para eliminar la piratería en el sector transporte. Lo que es peor, el primer funcionario reconoce, como bueno, el servicio de estos, aún a pesar de que violan la ley. Por lo tanto, con este ejemplo, ¿qué podemos esperar de las autoridades policiales?
El agente de policía no es capaz de identificar, a primera vista, que está en presencia de un maleante. ¿Será porque es de su mismo barrio y, por eso, tiene algo de fundamento la teoría de que debe haber barriadas exclusivas para policías? ¿O será que se están sembrando las condiciones para que el generalísimo, con apoyo foráneo, asuma posiciones de seguridad encumbradas?
Y no solo en los policías usted observa la falta de autoridad, sino también en los corregidores, alcaldes o autoridades ambientales. Nótese que los bomberos han denunciado la posible mano criminal en los más de 5 mil incendios de masa vegetal registrados este año, sin que haya alguna nueva sanción o medida coercitiva. Se quema el país en la peor sequía que hemos sufrido, y nada pasa.
Lo que es peor, se va a inaugurar la ampliación del Canal, pero se baja el calado de los buques a transitar, por la falta de agua en los lagos que abastecen la vía interoceánica. En esta cuenca ha habido innumerables incendios y tampoco he visto denuncia alguna.
Se hacen “regatas” en la calle 50, en la carretera hacia el Puente Centenario, y en la vía Interamericana en el sector de Aguadulce, pero la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre no hace nada. Por eso este país está como está. El maleante hace lo que le da la gana, donde le da la gana y cuando le da la gana, y no le pasa nada. Esta es la consecuencia de tener autoridades sin carácter.
