Dice un viejo refrán que cuando las barbas del vecino comienzan a arder, hay que poner las tuyas en remojo. Primero fue Radio Caracas Televisión (RCTV). El gobierno del teniente coronel de Venezuela decidió no renovarle la licencia de concesión.
Ahora dice el presidente Chávez que “no vamos a aguantar más un loco con un cañón disparándole a todo el mundo” y advierte que “se pueden llevar una sorpresita” y sigue, “con ese cañón se va a acabar o me dejo de llamar Hugo Rafael Chávez Frías”.
El loco al que se refiere es Alberto Federico Ravell, director de Globovisión que entiende que la esencia de un medio de comunicación es la libertad de pensar y expresarlo.
El canciller Maduro y vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no se podía quedar en silencio y siguiendo a su jefe, calificó a Ravell y a Globovisión como violadores de la Constitución y de los derechos humanos de los venezolanos. Para el canciller el canal de televisión es “forajido, antidemocrático, fallido y fascista”. (Esta última no podía faltar). Continuando con su calificación dice que Globovisión tiene un largo historial de terrorismo mediático, de racismo, de promoción del magnicidio y debilitamiento de las instituciones de estado, incluida la Fuerza Nacional Bolivariana.
Sin ninguna duda que el canciller Maduro conoce de adjetivos calificativos.
Dos días más tarde la Gaceta Oficial publicó una resolución según la cual, los funcionarios de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) se encargarán de verificar la instalación, operación y prestación de servicios y solicitar a los operadores las informaciones que consideren convenientes.
Con esta resolución Conatel podrá solicitar el auxilio de cualquier fuerza pública cuando se le impida el desempeño de sus funciones.
Parecería ser que Globovisión no puso su barba en remojo. Le llegó su turno.
Estos días del mes de mayo han sido fructíferos para el teniente coronel. Amparado en una ley aprobada por su Asamblea Nacional en la que el Estado se reserva los bienes y los servicios de las actividades primarias de hidrocarburos, inició una nacionalización de 60 empresas de servicios a la industria del petróleo para “recuperar la soberanía petrolera” y, al mismo tiempo que funcionarios y militares tomaron el control de una fábrica de pastas alimenticias de la empresa Cargill, anuncia otra vez la adquisición del Banco de Venezuela, filial del grupo bancario español Santander.
Sumadas a las anteriores nacionalizaciones de las principales empresas del sector de telecomunicaciones, eléctrico, cementos, siderurgia, expropiación de tierras y empresas procesadoras de alimentos y con el proyecto de ley de Propiedad Social en la que se establece que todos los ciudadanos tendrán que demostrar la utilización del bien – mueble o inmueble- que posee o de lo contrario podrá pasar a manos del Estado, Chávez intensifica su ofensiva en el camino al Socialismo Bolivariano del ¿Siglo XXI?
Durante una conferencia de prensa en Argentina, Chávez dijo que “por ahora no tenemos pensado nacionalizar otros bancos”. Con ese “por ahora”, y teniendo en cuenta los “por ahora” expresados en otras oportunidades, se supone que los banqueros y propietarios de bienes deberán empezar a poner sus barbas en el remojo.
¡Es la soberanía, estúpido! Las pastas acompañan.