Diez años después de trabajar en el Hospital Integrado San Miguel Arcángel (HISMA) nos vemos obligados a abandonarlo, y lo hacemos con la satisfacción de haber intentado crear un mejor modelo de atención médica pública.
Es propicia la ocasión para determinar las causas de la muerte del modelo. A pesar de lo que algunos querrán hacer creer, el fin del modelo no ha sido una mala atención médica. Más de un millón de atenciones de urgencia, 50 mil operaciones y 50 mil nacimientos, hablan por sí solos. Tampoco acabaron con él las presiones de los grupos de interés especial, los enfrentamos y contuvimos en buena lid durante 10 años. Lo que nos venció fue la inflación.
Les explico. El HISMA vive una crisis financiera de proporciones olímpicas. No es el único; todos los hospitales públicos de Panamá tienen problemas presupuestarios, todos tienen que solicitar créditos extraordinarios para funcionar. La diferencia estriba en que en los primeros, cuando llega la crisis, el que paga los platos rotos es el usuario. Se cancelan cirugías y exámenes y aumenta la cantaleta de pésimos servicios que la gente humilde se ve obligada a soportar.
Pero en el HISMA, cuando no hay dinero se deja de pagar a las empresas que proveen los servicios, por ende, a los médicos que en ellas trabajan. Estas empresas se ven en la necesidad de subsidiar al Estado, adquiriendo grandes deudas para financiar los servicios médicos públicos y, cuando esta deuda se hace insostenible, entonces se tienen que retirar.
Los políticos de tres gobiernos distintos han querido eliminar el modelo; hasta ahora no lo han hecho porque cuando lo analizan concluyen que médicamente es eficaz y eficiente y que carece de sentido destruir el único hospital general público que funciona. Pero ha faltado la voluntad de mejorarlo y financiarlo adecuadamente. Aquí sí han tenido éxito los grupos de interés especial que han logrado bloquear cualquier discusión seria del tema.
En resumen, mi autopsia revela que la causa de muerte fue la asfixia económica causada por la falta de voluntad política. Jugó un papel en la suerte del occiso el frenesí de fanatismo ideológico que desataron los grupos de interés especial.
El próximo año al hospital habrá que cambiarle hasta el nombre, lo que resulta irónico, porque cuando el Gobierno nos quiere convencer de que un sistema único de salud es lo que nos conviene, van a acabar con el único hospital integrado que tienen en la capital. ¿Que le espera a la gente de San Miguelito? Ya lo mencioné; operaciones omitidas, largas listas de espera, madrugar para al final no obtener cupo, exámenes que no se pueden hacer porque no hay reactivos, etc. etc. etc.
Se van a afectar los servicios de salud que reciben 500 mil personas. Yo creo que esto va a tener un costo político que muchos no se imaginan. En el vestíbulo del hospital hay una placa conmemorando los nombres de todas las personas que lo hicieron realidad. Yo propongo que se añada otra con los nombres de los que han acabado con el modelo. Esperemos un par de años y dejemos que la gente decida quiénes estaban en lo correcto.
