ASPIRACIONES.

‘Presidencialitis’ de Lewis Navarro

La estimada periodista Osiris Jurado me preguntó: "¿Cree Ud. que el canciller Samuel Lewis Navarro tendría opciones de ganar las elecciones de 2009?". Como mi respuesta no le plugo al señor Lewis, tras celebrar conciliábulo con sus consejeros —entre ellos el colombiano Epaminondas—, le ordenó a su plumífero que me contestara. Pero éste en su escrito nada dijo sobre la esencia de mi comentario: que en lo que a simpatías pre electorales respecta, el señor Lewis va detrás de la ambulancia. Para suplir la insuficiencia del escribidor, concentrémonos, pues, en lo sustancial: la presidencialitis de Lewis Navarro.

El señor codicia la silla. Pero en las encuestas de opinión —tanto las que encarga este periódico como las de su propio partido— sus aspiraciones no revelan acogida alguna. En marzo de 2007 marcó 3.1% en el sondeo de Dichter & Neira, comparado con el 7.4% de Pérez Balladares, el 17.4% de Balbina y el 19.4% de su primo hermano Juan Carlos Navarro. En la encuesta de junio, el señor Lewis descendió a 0.7%, frente al 3.8% del autoproclamado "delfín de Omar", el 12.4% del Alcalde y el 16.4% de la Ministra de Vivienda. Y en septiembre de 2007, Lewis Navarro marcó 0.9%, lo que una vez más lo coloca detrás del Toropoderoso (2.6%), Juan Carlos (9.4%) y Balbina (10.3%).

Por lo que dicen estas cifras, la candidatura presidencial del PRD estaría entre el Alcalde y la Ministra —si Balbina decide presentarse a las llamadas "primarias"— o entre Juan Carlos (contrincante muy sagaz) y el Toro (adversario formidable). Lewis Navarro no tiene vela en ese entierro. Solo mediante una trampa monumental lograría conseguir la nominación de su partido y participar en la elección presidencial. Pero un reducido círculo de personas, incluyendo al Muñeco y su consorte (la que manda sin haber sido elegida), deslumbrados por el supuesto prestigio social del señor Lewis, le ha hecho creer que tiene posibilidades reales de ponerse la banda. La única posibilidad real que, en ese sentido, tiene Lewis Navarro es que el Presidente se ausente por más de 10 días y lo deje al cuidado de las garzas (lo cual, por cierto, inhabilitaría al primo hermano para ejercer la presidencia en el período siguiente).

En vano intento por aumentar su popularidad, el señor Lewis ha cogido cuanta bandera ha tenido a su alcance en el interior de la República. Para desagrado del campesinado, se ha disfrazado de Compa Eskiusmi, ha tomado alcohol a pico de botella y ha participado, a pie descalzo, en juntas de embarre. Para completar sus desatinos, solo le falta bailar congo en Palenque, junto al "diplomático" Paulino (experto en esos menesteres) o —como dice mi amiga Toribia— irse en taparrabos para la comarca, creyendo equivocadamente que así va a conseguir apoyo entre los pueblos indígenas. Dada su desconexión con los sectores populares y los desaciertos de sus asesores, no se asombre usted si dentro de poco lo ve aparecer en la pantalla chica, ataviado con una de esas escasas prendas de vestir.

En su afán desesperado por parecer "presidenciable" ha descuidado el ejercicio de las funciones que su jefe le encomendó en la cartera de Relaciones Exteriores. Ese despacho, por cierto, le queda bastante grande. El manejo que le ha dado al caso de Noriega ha sido pésimo y nada transparente: otro descrédito para el país. La controversia surgida alrededor del diputado con nombre de esclusas ha sido, también, pésimamente mal manejada por la Cancillería. Por sus deplorables actuaciones en este embrollo, su primo hermano lo calificó de "sumiso, genuflexo y cobarde" (comentario que, inexplicablemente, no ha generado una respuesta de Epaminondas, a través del plumífero de marras).

A los temas fundamentales de la política exterior —como, por ejemplo, la descontaminación de los sitios de defensa ocupados por Estados Unidos hasta 1999— no les ha prestado atención. Aduce que la elección de Panamá a un asiento transitorio en el Consejo de Seguridad fue logro de su gestión diplomática, cuando para todo el que tenga dos dedos de frente es evidente que dicha elección fue gestada por Estados Unidos (para impedir que Chávez consiguiera el puesto) e intermediada por el socio de Noriega, Diego Cordovez, embajador del Ecuador en las Naciones Unidas. En esa trapisonda, Panamá fue solo un comodín. A eso nos reduce la política exterior del señor Lewis y su partido, el PRD.

Desde la perspectiva civilista, el mejor candidato perredista —el más fácil de derrotar— sería Lewis Navarro. No solo carece de simpatías populares, sino que tampoco ha demostrado capacidad para interpretar adecuadamente los problemas nacionales y proponerles solución. Pero ese no es el punto. El punto es que sus ambiciones ni siquiera tienen aceptación en el PRD, donde lo tragan porque es millonario y tiene la posibilidad de aportar a la campaña, pero donde no es considerado "uno de los nuestros". Ni los consejos del colombiano Epaminondas, ni los espaldarazos de Jimmy Carter, ni —mucho menos— la pluma de un "pedagogo, escritor y diplomático" lo ayudarán a superar esa triste realidad.

El autor es catedrático de ciencias políticas y fue director general de Política Exterior


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