Nuestro Panamá es un país rico lleno de pobres, situación escandalosa e inaceptable para cualquier panameño que quiere a su país y quiera que sus nietos y bisnietos puedan vivir en paz en este privilegiado cordón de tierra que unió al continente y dividió a los océanos.
Todos los presidentes pos-dictadura han reconocido el problema como prioritario, y todos han hecho esfuerzos por iniciar programas sociales, pero ningún programa hasta ahora ha tenido un impacto importante en reducir la cantidad de pobres.
En un magnífico artículo titulado “Pesada deuda social en el país de la abundancia” en el Martes Financiero del 15 de septiembre de este año, se indica claramente que con crecimientos económicos de 3.5% (época Moscoso), al 8.6% (época Torrijos), la disminución de la pobreza fue parecida: de 3.5% en la época Moscoso, a solo 4% en la de Torrijos. Con un elevado gasto social que en el año 2008 fue de $4 mil 93 millones, se fueron 80%–90% de estos dineros en gastos administrativos y solo 10%–20% llegó a los beneficiarios pobres. Dicho en otras palabras, existe una industria y/o burocracia corrupta de la pobreza que se come gran parte del pastel, dejando solo migajas a los pobres.
Hay países que han logrado ser más eficientes: por ejemplo, el programa Prodec que se repite en muchos países, en nuestro Panamá el gobierno Torrijos intentó (o permitió) politizarlo y así el programa se prestó para la corruptela. En Colombia –por ejemplo– la administración del programa se licitó en la empresa privada precisamente para evitar la politización y corruptela, y fue adjudicado a una empresa del Grupo Carvajal (con empresas en toda América Latina –incluso en Panamá, España y EU); entiendo, por mi amigo de toda la vida Alfredo Carvajal, que manejan varios millones de beneficiarios con una eficacia ejemplar (tome nota, presidente Martinelli).
Además, ya comprobado el fracaso de cuatro gobiernos democráticos, si nuestro Presidente realmente quiere que el gasto social o lo que debe ser la inversión social “le toque al pueblo” y no se vaya en burocracia, debe activar el Consenso Nacional para el Desarrollo para que el 35% de los ingresos extraordinarios del Canal se inviertan, no se gasten, en cambiar –junto a la sociedad– la situación socioeconómica del país. Señor Presidente: recuerde que usted ofreció cambio. Hacer lo mismo que cuatro gobiernos anteriores no cambiará nada. La fórmula está allí, ya aprobada por ley. La sociedad es su mejor aliado para el cambio. Aprovéchela, úsela, para dejar funcionando una fórmula de gobernabilidad moderna que quede institucionalizada y operando mucho más allá de sus cinco años de gobierno. Conviértase en estadista.
Panamá solo será la joya que merece ser si reducimos dramáticamente la pobreza y creamos una gran clase media. Que el país llegue a pasar –de una pirámide– a un diamante con pocos ricos y pocos pobres en ambos extremos, con un medio sólido y mayoritario que sea la clase media, semillero de gobernantes con raíces profundas nacionales, pero con vigor universal.
Esa es nuestra esperanza, y la forma y el método están allí. Un gran Consenso Nacional para el Desarrollo con representación de toda la sociedad ya existe y está disponible para que los grandes excedentes económicos de nuestro Canal -$29 mil 500 millones en 25 años– sean aprovechados por este gobierno que prometió el gran cambio ... y que recibió el mandato para lograrlo.
Mañana es tarde.
