MADRID, (EFE) .A finales de los años 90, Arthur Golden publicó Memorias de una Geisha basándose en testimonios de Mineko Iwasaki, una geisha de Kioto que se sintió traicionada y que llevó al autor a los tribunales por difamación. Ahora, ella ha decidido contar su verdad en Vida de una geisha, la verdadera historia.
Las geishas son tan simbólicas en Japón como los samurais, los emperadores o el pescado crudo, pero poco se sabe de su misterioso trabajo que, casi siempre, se ha relacionado con la prostitución. Por todo ello, después de 300 años de la existencia de esta profesión, Mineko Iwasaki, de 53 años, ha decidido contar la labor de estas mujeres instruidas desde la infancia en el arte, para deleitar con los placeres estéticos, según explicó hoy.
No puedo hablar del libro de Golden porque los abogados recomiendan que no lo haga hasta que termine el juicio, precisó Iwasaki; pero sí se sabe que en 1992 aceptó ser entrevistada por el escritor con la única condición de que su identidad se mantuviera en el anonimato para proteger el nombre de su familia, aunque Golden no cumplió lo acordado.
En Vida de una geisha, Iwasaki, quién escribió el libro con la colaboración de la autora y traductora estadounidense Rande Brown, cuenta sus inicios desde los cinco años hasta que abandona esta profesión, a los 29.
Sé que el desconocimiento y la confusión sobre la geisha no alcanza sólo a Occidente sino a mi propio país -aclara Iwasaki-, pero en Japón existían dos distritos, el del placer y el de la flor y el sauce, donde vivíamos las gei-shas.
