Mañana lunes es el aniversario del complot del 20 de julio de 1944 para matar a Hitler, y como cada año se oficiará una ceremonia religiosa en este lugar, donde los conspiradores fueron ejecutados. Entre las personas recordadas, el conde Fritz-Dietlof Von Der Schulenburg puede no sonar tan conocido en estos días afuera de Alemania, o incluso dentro del país. Otros llegaron a ser famosamente asociados con el complot, pero como lo escribió el historiador alemán Hans Mommsen, Schulenburg fue la fuerza interna motriz de la conspiración.
La hermana de Schulenburg, la condesa Elisabeth Von Der Schulenburg, Tisa, como la llamaban, era artista. Ambos constituyeron una extraordinaria pareja. Los Schulenburg eran un clan prusiano muy antiguo y noble, fieles a los nazis, y como tal eran un recordatorio de la complejidad de las familias, sobre todo las alemanas, aristocráticas o de cualquier otro tipo. Su historia es una moraleja sobre juzgar la historia, o a la gente, a cualquiera, bajo un tamiz de blanco o negro.
Las esculturas y dibujos de Tisa pueden hacer recordar el trabajo de Kathe Kollwitz u Otto Dix. Los cuadros que trazó sobre el Holocausto son de los primeros en ser elaborados por un alemán. Carismática, liberada, inflexible e intrépida, prosperó antes y después de la guerra en los círculos de Henry Moore y Heinrich Mann, Bertolt Brecht y Oskar Kokoschka.Convertida al socialismo cuando era muy joven, encontró su llamado enseñando arte entre los mineros de carbón de Inglaterra, donde se mudó en 1933 con su primer esposo, Fritz Hess, quien, para horror de su familia, era judío.
Cuando le llegó la noticia en Inglaterra, en 1938, de que su padre estaba gravemente enfermo, regresó a casa. Hitler asistió al funeral. Ansiosa por dejar Alemania otra vez, se encontró detenida por las autoridades británicas en el Aeropuerto Croydon, luego de que vieran fotografías del Fuehrer con su familia en los periódicos. Para los nazis, era una socialista. Para los británicos, era hija de un nazi. Por tanto, los años de guerra los pasó en Alemania.
Educada como estricta luterana y siendo descendiente de Bismarck y Von Arnims (entre otros), y siendo hija del comandante del regimiento de caballería de élite Garde du Corps y posterior jefe de personal del príncipe de la Corona, Tisa vivió la guerra viendo cómo confiscaban las propiedades de su familia y cómo se derrumbaba y desaparecía el mundo que conocía. Sus padres y todos sus cinco hermanos habrían muerto para el final de la guerra.
Se casó y divorció por segunda ocasión antes de encontrar consuelo en el convento de las Ursulinas en Dorsten, en el Ruhr, donde gravitó durante la década del 50, tal vez debido en parte a que la condición del lugar reflejaba su propio paisaje interno y en parte a que allí estaban las minas de carbón. Como monja católica romana, recaudó dinero vendiendo sus cuadros para apoyar el convento y para fundar un museo judío, uno de los primeros de Alemania. Murió en Dorsten en 2001, a los 97 años.
En sus últimos años recordaría que su padre, a pesar de su antisemitismo, siempre trató a Hess respetuosamente. El amor de un padre por su hija podía trascender los prejuicios, se percató Tisa. El perdón debe ser recíproco.
Richard Von Weizsacker, ex presidente alemán, describió un encuentro con Tisa Von Der Schulenburg poco después de la guerra, en las minas de Bochum-Hordel y Wanne-Eickel.
Encontrar a alguien como ella por supuesto fue muy sorprendente, dijo Von Weizsacker durante una conversación telefónica, poniéndolo suavemente. Pero ella, al igual que su hermano, parecía tener una personalidad peculiar y sobresaliente, destacó.
Fritzi, como era llamado el conde Von Der Schulenburg, sirvió como oficial en el mismo regimiento de infantería Potsdam donde sirvió Weizsacker. Reclutó a varios de sus oficiales más jóvenes para la resistencia. Weizsacker lo recordaba con admiración temerosa: era el que nos decía lo que se necesitaba, dijo. Lo vi apenas cuatro semanas antes del 20 de julio y me dijo que prontamente estaríamos donde queremos ir, que seríamos llamados a Berlín, que tendríamos trabajo que hacer, precisó.
“No era un noble típico”, señaló. Fritzi era terrenal, provocador y, Dios mío, muy valiente el que nos inspiró, el que nos recordó que no era posible esperar a que esta terrible guerra encontrara su propio fin, puntualizó.
