Tengo una buena amiga, que utiliza la frase del título de hoy cuando pierde la paciencia. De hecho, es una persona de buen carácter, pero que, como nos pasa a todos, ocasionalmente se harta de lo que ve a su alrededor. Entre sus amigos, lo de “quiero patearlo todo” es sinónimo de que ya no se aguanta más. Leyendo las cosas que han pasado en la última semana, la expresión me ha vuelto a la cabeza. Cualquier persona a quien no le corra horchata por las venas tiene que perder los estribos cuando lee los periódicos, ve las noticias o sigue lo que pasa en las redes sociales. Es indignante lo que nos toca vivir.
Como es costumbre durante el Carnaval, el despliegue de chabacanería siempre supera al año anterior. Entre los eslóganes, los regalos, las declaraciones y la participación en las tarimas y culecos, es triste el panorama. Por supuesto, muchos panameños piensan que durante los carnavales, cuando más desenfreno y rambulería pueda exhibirse, mejor imagen se muestra. Con la regaladera de camisetas, vasos, gorras, lentes, toallas y bandanas, la cantidad de dinero que se derrocha en estas fiestas es ofensiva. Encima, las refinadísimas frases de cada una de las comparsas de los candidatos nos ilustran claramente su estándar. Unos, con “yo me mojo con Varela” y los otros, con su vicepresidente desbocado con la supuestamente chistosa frase, “que se mojen con Varela, pero que se vengan con nosotros”... En fin, todo lo que uno soñaría de un dirigente nacional. Todos los candidatos a cuanto cargo hay se dieron su baño de pueblo para buscar votos. Sean de donde sean, pasaron por Penonomé, Las Tablas, Parita, Ocú, Pedasí y Santiago. Yo me pregunto qué hace un candidato a diputado de Bella Vista saltando y regando agua en el parque de Penonomé. Si alguien tiene una explicación racional, que me la haga llegar.
A esto, se suma la colaboración de los medios de comunicación, que siguen considerando vital tomar fotos y videos de los excesos etílicos carnestolendos. Así, mientras que en Ucrania se debate lo que puede desembocar en una guerra de dimensiones globales, nuestros periódicos dedican mucho espacio a la abdicación inexplicable de la reina de la comparsa de calle arriba de La Villa. Supongo que cuando Putin vio semejante noticia, en CNN, decidió suspender todas las reuniones sobre la crisis de Crimea, para analizar las acciones legales que se tomarían contra “la reina estafadora”. Por suerte, la soberana del año pasado se hizo cargo del asunto y se logró resolver la crisis sin que hubiera nada que lamentar.
Mientras tanto, en las redes sociales seguía la agria batalla entre los defensores de unos y otros. Unos criticaban al Presidente por bañarse en un río en las afueras de Río Hato, y otros negaban que aquello tuviera ningún parecido con las cosas que solía hacer Omar Torrijos cada vez que el guarómetro se le disparaba. Los defensores de Arias saltaban al son de “Qué pasó Mimito, qué xopá”, mientras los navarristas enviaban fotografías del chacarón que se exhibía en la comarca al hombro del candidato... Realmente, hay que reconocer que lo de “irse a trabajar con los más necesitados” suena bonito, aunque muchos piensan que no fue más que una estrategia para evitar algún comentario desagradable contra Mr. Bin-Bin desde alguna de las tunas de Carnaval. A estas alturas, todo es posible.
Otra para sacar de quicio a cualquiera es la forma como se cuestiona el voto ajeno en las redes sociales. Si yo quiero votar en blanco, no me digan que eso equivale a votar por el gobierno. En 2004, el voto en blanco no le sirvió de nada a José Miguel Alemán. Para mí, es la mejor manera de no apoyar a ninguno, si ninguno me parece que tiene méritos para gobernarnos. Finalmente, el voto es una decisión individual y de cada quien. Aburren también los del dichoso “voto útil”, que no ha sido definido por nadie. Para comenzar, se basa en una suposición orientada por las mismas encuestas que ellos acusan de estar manipuladas. Como nadie sabe qué significa, la última fue que, en medio del sonido de la murga, surgió el concepto de “alianza natural”, que uno definió como “la alianza del juega vivo panameño, que no es más que sabiduría popular”. En fin, tanto que criticamos el juega vivo, y es pura sabiduría.
Y, para terminar de sacar a cualquiera de sus casillas, el oligofrénico que sufren los venezolanos se sale con la aberración de “romper relaciones diplomáticas y comerciales con Panamá”, porque están proponiendo una intervención en los asuntos internos de “la tierra de Bolívar”. Este primate elemental ha vociferado todo tipo de improperios contra Panamá y su gobierno, simplemente por solicitar una reunión para discutir lo que está pasando en Venezuela (que tal vez a Maduro le parezca muy normal). En su arrebato de elocuencia, ha llegado casi a declararnos la guerra, amenazando que “los ejércitos bolivarianos tomarán las medidas necesarias para defender el ideal de Bolívar y del comandante eterno Hugo Chávez”. En ese instante, imaginé a un batallón cruzando la frontera del tapón del Darién, al son del Alma Llanera...
Mientras, dos candidatos ticos a la Presidencia se dirigen a su país una misma tarde, en un tono respetuoso, mesurado, serio y formal, al punto que, a cualquier persona medianamente educada, tiene que darle sana envidia. Pues ante tal derroche de chabacanería, no es de sorprenderse que nos sintamos como mi buena amiga cuando pierde la paciencia... así, se justifica que salgamos todos a gritar: “¡Quiero patearlo todo!”.
