Raíces Más sobre el Teatro Nacional

Raíces Más sobre el Teatro Nacional
La fotografía de hoy nos muestra el foyer o sala de descanso de nuestro Teatro Nacional, el cual afortunadamente ha sido totalmente restaurado siguiendo las científicas y apropiadas indicaciones tam

Hasta entonces y en ese extenso lote, había existido el Convento de la Concepción, a cargo de una congregación de monjas católicas y más tarde, desde 1862, un cuartel del ejército colombiano, ya que todos los religiosos habían sido expulsados de este territorio.

Volviendo al Teatro Nacional, sus planos, junto a los del Palacio y otros varios edificios que hoy también nos producen admiración, fueron elaborados por el arquitecto italiano Giusseppe Ruggieri.

El presidente de la República lo era Manuel Amador Guerrero; la licitación de la construcción se la ganaron Ramón F. Arias y José Gabriel Duque, grandes empresarios de aquellas épocas.

El ingeniero Florencio Harmodio Arosemena, años más tarde presidente de la Nación, fue el encargado de la construcción.

Los dos edificios que hemos mencionado costaron 600 mil dólares. Para ello se utilizaron, piedra, hierro, acero y otros materiales. El teatro ocupó mil 125 metros cuadrados y 625 el palacio.

Más tarde, el pintor Roberto Lewis fue solicitado para que se hiciese cargo de las pinturas que hoy adornan el cielo raso del teatro, también restauradas por Anton Rajer, así como las del cielo raso y las paredes del foyer que hoy les mostramos.

El también italiano, pero esta vez decorador, Enrique Corrado, contribuyó con los arreglos pictóricos de las paredes.

La inauguración del Teatro Nacional se llevó a cabo el 1 de octubre de 1908, pero no con un espectáculo de tipo artístico. Ese día se llevó a cabo la toma de posesión del segundo presidente de la Nación, José Domingo de Obaldía, acto muy lucido.

Fue 21 días más tarde cuando se presentó la opera “Aida” de Verdi, con un enorme éxito. La compañía era de Mario Lombardi, quien no solo puso en escena la anterior, sino que con posterioridad otras obras operáticas tales como “El Trovador”, “Lucía de Lammemoor”, “Carmen”, “Fausto”, “Hernani”, “Caballería Rusticana”, “El Baile de Máscaras” y “Bohemia”.

Todo lo cual prueba que nuestro público era muy amante de ese género musical, placer que en estos tiempos actuales se ha visto bastante mermado.

Al país llegan después otras compañías de ópera, como la de Bracale, así como famosos cantantes masculinos y femeninos. Hipólito Lázaro, Amelia Galle Curcci, Tito Schipa y otros.

También en aquellos esplendorosos tiempos y algo más tarde, los panameños pudieron aplaudir obras de ballet, figurando como primera bailarina Anna Pavlova y otras.

Pero eso no era todo, obras teatrales a cargo de Virginia Fábrega, María Guerrero, Enrique Borráz, se presentaron en nuestro coliseo. Y hubo también grandes declamadores, tales como Berta Singerman, además de solistas del canto extranjeros y nacionales.

Pero las estructuras del teatro no se restauraban y los gustos del público también se iban socavando, por lo que hubo que restaurarlo por primera vez. En cuanto a las presentaciones, los nuevos gustos de la gente son imposibles de restaurar.

Hoy, allí se yergue el coliseo para orgullo nuestro y admiración de los extranjeros que nos visitan. Y cumple sus funciones muy de acuerdo con los tiempos, los cuales a veces logran acertar.

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