Harry Castro Stanziola Fotografías:Todos los derechos reservados por R. López Ariasrevista@prensa.com
Ya hemos visto cómo las telas de los tres colores necesarios para que fueran elaboradas las primeras banderas de la nueva República de Panamá fueron adquiridas en los almacenes La Dalia situado en la esquina de la Calle 8a con la Avenida B (el azul), en la Compañía de los Heurtematte muy cerca de allí, o sea en la misma Avenida número 77 (la blanca) y la última, en otro almacén de nombre A la Villa de París propiedad de H. De Sola y Compañía localizado en la Avenida Central número 55, local opuesto a la Catedral (la tela roja). Todo esto sucedió el 1° de noviembre de 1903.
Manuel Encarnación Amador, el creador del pabellón, le entregó al historiador Ernesto Castillero R., años más tarde (en el año de 1951) y ya hospitalizado el primero en el Hospital Santo Tomás, un escrito en el cual le refería los detalles de cómo se desarrolló el proceso de la creación del pabellón nacional. El dice allí que encontrándose reunidos en la casa de habitación de su padre, el Dr. Manuel Amador Guerrero, en la calle 5a al frente del Parque de la Catedral, llegó este último y les refirió (allí se encontraba también Doña María Ossa, esposa del Dr. Manuel, más la Sra. de Manuel Encarnación) que el esbozo de bandera enviado por la esposa de Bunau Varilla había sido rechazado por los miembros de la junta de revolucionarios y que le habían encomendado al Dr. Manuel Amador Guerrero que elaborara un diseño, o que tratara de conseguir quien se lo hiciera. Este entonces contestó que él no tenía dotes de diseñador y que aquello era muy expuesto (todos los escasos datos escritos y orales que existen dejan entrever que la osadía no figuraba entre las mejores condiciones del viejo doctor).
Fue entonces cuando su hijo Manuel Encarnación dice que poniéndose enérgicamente de pie y junto a los otros personajes llegó frente a un escritorio del futuro presidente (el doctor Manuel), tomando a su vez de una gaveta una hoja de papel en blanco y dos lápices, con los futuros colores de la bandera. Trazó las líneas necesarias para dibujar lo que era un asta, los cuatro cuadrados, las dos estrellas, todo lo cual fue coloreado según su idea, la de Manuel Encarnación, quien confesó que cuando se dirigió al escritorio no tenía una idea precisa de lo que resultaría.
Pero instantes después, comenzó a explicar Manuel Encarnación que ese rojo y ese azul representaban los colores de los dos partidos políticos tradicionales de la nación, además de que el azul podía también representar la pureza y la honestidad y el rojo la autoridad y la ley que impondrían (¡!) los futuros gobiernos (¡qué ingenuidad!) El blanco sería la paz que debería perdurar (¿?). Al preguntarle sobre las estrellas volvió a responder que en ellas los colores representarían lo de la honestidad y lo del poder.
La historia prosigue ahora en labios de doña María Ossa de Amador, quien a su vez se lo relató al doctor Octavio Méndez Pereira. Entonces ella salió a comprar las telas, y como los colores para nada se parecían a los del pabellón colombiano, los compró en tres lugares diferentes para que las autoridades, también colombianas en esos momentos, no pudieran sospechar qué destino tendrían. José Domingo de Obaldía era vecino de ellos y, gobernador, lo que hacía peligroso mantener las telas en su casa. Las llevó entonces a la casa de su hermano Jerónimo de la Ossa, situada en la Ave. Sur cerca de la planta de gas. Más tarde, se trasladaron a una casa propiedad de los hermanos Ehrman que estaba deshabitada, y allí, después de entrar por una ventana, trabajaron con una máquina de coser que también introdujeron y colocaron en el suelo, ya que muebles tampoco existían en el lugar. Allí terminaron la costura del futuro pabellón.
Sigue relatando doña María que le pidió a uno de los hermanos Ehrman que le guardaran en una caja del banco, que ellos poseían, la bandera terminada, petición que no fue aceptada, por el peligro que representaba. Fue doña María, al final, quien la tuvo que esconder en su casa para poderla conservar.
