INTELIGENCIA

¿Razonar o raciocinar?: Robin Rovira Cedeño

Generalmente damos a las palabras de otros nuestro propio significado sin detenernos a pensar que para ellos, tal vez, signifique otra cosa. Como decía un poeta: “Los ojos que tú ves no son ojos porque tú los veas, son ojos porque te ven”.

Señalé, por ejemplo, en unos de mis artículos que “raciocinar la verdad es peligroso” y alguien comentó: “Al contrario, Dios nos ha dado la razón para razonar”.

Razonar no es lo mismo que raciocinar. Razonar es el uso de la razón, fundamentándose en lo que es verdad, encaminado a encontrar la verdad. Es por esto que está escrito: “Todo lo que es verdadero... en esto pensad” (Filipenses 4:8).

Raciocinar es el uso de la razón fundamentándose en la voluntad. Es decir, fundamentándose en gustos o preferencias y no en lo que es verdad, lo que nos imposibilita encontrar, a su vez, la verdad de algo en particular.

Podemos ilustrarlo así: “La inteligencia es como un faro luminoso que alumbra en su continuo girar. Para que este haz de luz convierta en saber los objetos que ilumina es necesario que se fije o se concentre en ellos. El fijarse o detenerse en un objeto no depende de la inteligencia, sino de que nosotros queramos fijarnos en él.

Pongamos, por ejemplo, que esta persona es una enamorada del blanco; cuando el haz de luz de la inteligencia ilumina un objeto en el que se avecinan el blanco y el negro, la voluntad ordena que el foco se detenga en el blanco y en él se concentre; la voluntad hace esto porque le gusta el blanco. Al cabo de algún tiempo, juzga que lo ha visto todo, que nada más hay que ver y que lo sabe todo. Entonces afirma: “Aquí no hay más que blanco”, y comete un error, porque también había negro.

Quizá ocurra que la inteligencia atisbe el negro y sospeche la verdad (que también hay negro); pero a la voluntad le molesta esta suspicacia y manda a la inteligencia con más imperio que se concentre en el blanco. Este trastorno es tal que las personas llegan a creer lo que desean y quieren creer. Es decir, su voluntad falsea su inteligencia. No hay ningún mal en amar y sentir preferencia por determinadas cosas o ideologías. El mal está en no amar la verdad con la misma intensidad” (El Nuevo Tesoro de la Juventud).

Muchos creen que están razonando, cuando lo que están es raciocinando. Esto los lleva a obviar el sentido común. Los estadounidenses tienen un dicho sobre el sentido común al que no le han sido muy fieles últimamente, sino no aprobarían leyes aberrantes como el matrimonio homosexual y el consumo de marihuana, o arriesgando su economía al escoger a hombres que nada saben sobre esto. El dicho dice: “Camina como un pato, se mueve como un pato, grazna como un pato. ¿Qué es? ¡Un pato!”.

Combatamos, pues, la logocofosis [sordera verbal] que nos impide, luego, usar el sentido común llevándonos a raciocinar y no a razonar.

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