Hoy se cumplen 177 años de la desaparición física del Libertador Simón Bolívar. A Bolívar hay que recordarlo hoy más nunca. Pareciera que todo lo que pudiera escribirse sobre Bolívar ya está escrito. Falta solo hacer lo que se ha escrito sobre Bolívar.
Él mismo no pudo hacerlo porque estaba casi solo en su lucha rodeado del egoísmo y de la miseria infame de los hombres mediocres que lo flagelaban con el látigo de la envidia, la hipocresía, la calumnia, la codicia y las frenéticas ansias por el poder.
Revisando su extensa biografía, leo que Bolívar enviudó a los 20 años de edad estando en Europa. Conoció a Napoleón Bonaparte. El emperador era mucho mayor que el venezolano. Estoy seguro que a Bonaparte le agradó la pureza de los grandes ideales del americano, y a éste le debió atraer de manera impresionante el genio militar y el férreo carácter del francés. Con todo, Bolívar tuvo que haberse decepcionado profundamente cuando vio que su ilustre amigo se apartó de los ideales republicanos cuando se convirtió en emperador.
En 1805 llegó a Roma y en el monte Aventino, una de las siete colinas de la Ciudad Eterna, juró a su antiguo maestro, Simón Rodríguez, quien le acompañaba, que no descansaría hasta lograr la liberación de Venezuela del yugo español.
Es extraordinaria la manera como Bolívar condujo sus campañas y escaló la cúspide de su liderazgo de la Gran Colombia. Demostró desinterés por los honores y por el poder, lo que aumentó las envidias, asechanzas, intrigas y las traiciones de sus propios copartidarios. Fue forzado a retirarse a Jamaica donde escribió su histórica Carta de Jamaica el 6 de septiembre de 1815.
En 1825, en Perú, recibió una comisión proveniente de Venezuela que, haciendo alusión a Napoleón, le ofreció la corona de emperador, pero el gran patriota se negó rotundamente diciendo estas palabras: "…un soldado no adquiere ningún derecho para mandar a su patria…"; "Desgraciado el pueblo cuando los hombres armados mandan y deliberan"; "La continuación de la autoridad de un individuo ha sido el término de los gobiernos democráticos"; "Huid del país donde un solo hombre ejerza todos los poderes porque ese es un país de esclavos"; "Prefiero el título de ciudadano al del Libertador, porque el primero emana de las leyes y el otro emana de la guerra".
Las pugnas y las codicias de sus compatriotas y compañeros de armas, llevaron a la Gran Colombia de Bolívar al desastre y desintegración. Celos, asesinatos, levantamientos, mentiras y conjuras, deprimieron mortalmente al Libertador dejando para la posteridad sus tristes palabras: "He arado en el mar", "Jesucristo, Don Quijote y yo hemos sido los tres grandísimos majaderos".
Abatido por la decepción, se refugió en la más patética de las pobrezas al cuidado de la hospitalidad de un español antiguo amigo suyo en Santa Marta, Colombia, donde murió el 17 de diciembre de 1830 abandonado de todos los grandes a quienes ayudó a encumbrarse en el poder, pero acompañado de sus amigos más leales y algunos de sus fieles soldados.
Amigo Bolívar aún continúas en la agonía de Santa Marta, aún revive el eco de tus dolidas palabras "¡He arado en el mar!". Te has convertido en un estorbo para los que escudándose en tu inmaculado nombre, hunden a tu patria grande en la vorágine del peculado, la mentira, la prepotencia, chabacanería y los odiosos intereses creados.
