Un 29 de mayo de 1972 se nos otorgó el título de doctores en medicina en nuestra Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá.
Este acto se impregnó para siempre en nuestra memoria, al igual que en la de nuestros familiares, amistades y profesores-colegas que, lamentablemente, algunos de ellos no nos acompañan hoy en nuestra vida de familia y en lo profesional.
Gracias al Señor nuestra generación, en su totalidad, se encuentra disfrutando de la vida, aunque a algunos nos puedan aquejar algunas enfermedades producto del transcurrir del tiempo. En distribución de género nos diplomamos cuatro damas y 26 caballeros.
Han pasado tres décadas de ejercicio de una profesión aún valorada, a pesar de los embates contra ella; criticada, a veces con justicia y en otras ocasiones la mayor de las veces en forma injusta.
Entendemos los juicios de valores que se levantan a favor y en contra de la medicina y su ejercicio, ya que después de Dios, le corresponde al equipo de salud, guiado por los sucesores de Hipócrates, Galeno o Esculapio, tomar decisiones para conservar la salud o evitar la muerte prematura. Lamentablemente los éxitos (abundantes) de la profesión no son noticias. Nuestros errores (los menos) por causas diversas y algunas ajenas al propio facultativo, son titulares. No defiendo la negligencia o la impericia, ni la deshumanización.
Ese memorable día nos comprometimos con nuestros pacientes, familiares y comunidad, a ejercer la profesión guiados por altos valores, como la responsabilidad, honestidad, ética y superación continua.
Luego de estos años, podemos saber si hemos realmente cumplido con esos juramentos.
Creo que mi generación, al igual que las que nos precedieron y han continuado desde 1972, lo han realizado, teniendo en cuenta que como seres humanos tenemos fortalezas y debilidades que forman parte de nuestro quehacer diario. Somos humanos y nada de lo humano nos es ajeno, como ya alguien sentenció. Me siento orgulloso de cada uno de ellos: mis 29 colegas de 1972.
Se han destacado dentro y fuera del país, en el puro ejercicio. Presidiendo organismos profesionales de salud nacionales e internacionales. Conduciendo y gerenciando establecimientos de salud de diferentes complejidades. Otros se han dedicado a la misión educativa, dentro de la propia facultad que los vio crecer. También se han dedicado a obtener otros títulos como el de abogado.
Tres de ellos residen en el exterior (Estados Unidos), otros desempeñan labores en Coclé y Chiriquí, y el resto mayormente en el área metro y oeste de la provincia de Panamá.
Hoy la profesión se desarrolla dentro de un escenario preocupante, exigente y peligroso. Menciono algunos factores contribuyentes: 1- Se ha perdido autonomía en el ejercicio de la medicina más allá de límites aceptables, sobre todo por injerencias de personas alejadas del conocimiento y desarrollo de la misma. 2- Hay un sobre-trabajo con exigencias de cantidad de atención, sacrificando la esencia de la misma: calidad y calidez. 3- Salarios no correspondientes a las responsabilidad del médico sobre la vida y la muerte, si se compara con otras de menos compromisos. 4- Mayores riesgos de demandas. 5- Creciente estrés laboral, fatiga y secuelas de trastornos del sueño con consecuencias impredecibles. 6- Ambiente laboral y apoyo logístico no satisfactorios. 7- Escasez de incentivos y motivaciones laborales no monetarias 8- Mayores escuelas de medicina, cuyos productos deben ser evaluados con objetividad, dado que la masificación podría ser peligrosa si se considera solo el interés económico de los entes formadores, como ha ocurrido en otras latitudes. 9- Una población más consciente de sus derechos de salud y mejor informada. 10- Conceptos de economía de la salud que obligan a racionalizaciones y optimizaciones en el uso de los ya escasos recursos. ¿Ahorros en salud y en la guerra?
La salud (y también la educación) debe ser parte prioritaria de la agenda de Estado y por ello sugiero un nuevo contrario social entre la comunidad médica, otros gremios de salud, Gobierno, empresa privada y sociedad civil para corregir imperfecciones que están deteriorando en algunos aspectos importantes el sistema nacional de salud y a sus principales actores: médicos, resto de profesionales vinculados a la profesión y sobre todo al paciente. Tomemos los principios de Tavistock como puntos de referencia, como se ha hecho en otras latitudes con iguales problemas en los sistemas de salud para la búsqueda de soluciones integrales.
Nuestra generación de 1972 ha vivido y sufrido estos cambios. Sus juicios también deben ser escuchados como aportes positivos a nuestra profesión médica y al país. Espero compartan estas reflexiones.
El Eclesiástico, libro bíblico, reconoce la labor del médico desde la antigüedad; reconocimiento que debemos mantener con nuestra vocación y compromiso hecho hace 30 años.
Que las canas que ya nos invaden parcial o totalmente, sean la corona de honor que en Proverbios se menciona.
Gracias a Dios, a nuestra familias, amistades, maestros (médicos y no médicos) y a nuestros pacientes, por habernos llevado, con su comprensión y enseñanzas, a este puerto de 30 años de profesión y por contribuir a fortalecer los deseos de seguir navegando hasta nuevos puertos del tiempo.
