Traído a América por Cristóbal Colón, el ajo es una planta liliácea que crece formando una cabeza de bulbos puntiagudos y que es originaria del Asia Central. Se utiliza en casi todas las cocinas del mundo y, a pesar de que deja un olor desagradable y muy fuerte en la boca y las manos, se le atribuyen propiedades benéficas.
El Allium sativum L. (nombre científico del ajo) tiene minerales, azufre, encimas y vitaminas (principalmente B6 y vitamina C), y contribuye a prevenir infecciones dado que inhibe el crecimiento de microorganismos. Por otra parte, ayuda en la regulación del metabolismo de las grasas y la reducción del colesterol y del azúcar en la sangre.
Otra de las propiedades del ajo es su acción vasodilatadora, con lo que se reduce el riesgo de la formación de coágulos. Hace la sangre más fluida y de esa forma disminuye el riesgo de infarto y trombosis.
Como diurético, favorece la eliminación de líquidos corporales, lo que lo hace muy efectivo en casos de reumatismo, hidropesía y edemas.
El ajo también favorece la digestión al estimular el hígado, la vesícula y el páncreas, aunque es recomendable evitar su consumo en aquellos casos en que exista acidez estomacal o se tenga un estómago delicado.
(Información obtenida de sitios de internet especializados en salud)

