De las crisis que nos afectan, hay una que es el origen de muchas: la carencia de respeto a la propiedad ajena. Desde los piedreros hasta los presidentes parecen desconocer que lo que no es de nuestra propiedad, no tenemos por qué tomarlo aunque tengamos una gran necesidad.
Leí con incredulidad y estupor las cínicas declaraciones de la ex presidenta Mireya Moscoso, de que se había gastado una parte del dinero de su partida discrecional –de los dineros del pueblo panameño– para comprar sus vestidos porque no podía estar como "una andrajosa".
Me pregunto, ¿para qué es el salario y los gastos de representación que cobra por su trabajo? Por más Presidenta que haya sido, esas declaraciones son irrespetuosas para el pueblo panameño, para los que votamos por ella creyendo en sus palabras de campaña de que sería honesta, justa, que trataría de hacer un gobierno más humano. Depositamos nuestro voto a su favor y lo que hemos comprobado –que aflora en la superficie de una investigación somera– es que la existencia de aquella "gavilla de maleantes" que la acompañaba, y que denunció uno de sus asesores al renunciar asqueado de ver las trapisondas y componendas que armaban en Palacio para el lucro personal, era totalmente cierta. Han realizado un trabajo concienzudo, a tiempo completo, y con tanto empeño para hurtar y aprovechar los recursos del Estado, para valerse de las influencias oficiales, para desviar fondos en su propio beneficio, que si tanto esfuerzo lo hubieran dedicado en beneficio del país, hubiéramos logrado salir del tercer mundo en sus cinco años de desgobierno.
No cabe duda de que los dignatarios del Partido Arnulfista y su presidenta, que no los miembros humildes de ese conglomerado, guardaron en su closet por años una sed insatisfecha de disponer de los recursos del Estado por todos los periodos que aluden no haber sido gobierno, que cuando tuvieron oportunidad no se midieron en lograr su cometido. Hicieron gala de un descaro inaudito, convencidos de que iban a quedar impunes, porque este pueblo idiota no va a hacer nada; y es para sentirnos aludidos, porque en esa categoría nos están catalogando a todos: del nuevo Presidente para abajo.
Por eso es imperativo que exijamos al nuevo gobierno que estos actos sean castigados, que no se burle la voluntad popular; y quien pretenda hacer caso omiso, desviar las investigaciones, viciar intencionalmente los procesos para favorecer indirectamente a los culpables, o sencillamente no acatar el mandato popular, le tocará ser el chivo expiatorio para saciar la sed de justicia de este pueblo.
Este ejemplo de irrespeto a la propiedad ajena y desprecio por la ley es intolerable. Y si queremos una sociedad mejor, debemos castigarlo; de otra forma nunca podríamos condenar a los que le robaron uno cuantos durodólares de un congelador a la secretaria de la Presidenta, o a aquel trabajador de la finca Arcoiris que se robe los insumos y se los venda a otro productor a precio irrisorio; a quien se robe mercancía de algún almacén de la Avenida Central; a alguien que hurte o se coma algo de un supermercado y no lo pague; a los capitanes de barcos camaroneros que venden la pesca en alta mar y no la traen a puerto, o al obrero de la construcción que se roba las herramientas para venderlas por unos centavos en el mercado público.
Esta crisis está presente en el hogar, en la escuela, en la calle; nadie siente rubor al tomar algo que no le pertenece, y lo justifica con el mismo descaro y cinismo que la ex presidenta Mireya Moscoso. Es por esto que las autoridades educativas, judiciales, de policía y religiosas tienen que tomar medidas urgentes para cambiar esa mentalidad nefasta.
Esta actitud nos está empobreciendo cada vez más. Es tan patético lo que nos pasa, que ha llegado a nuestros campos donde el campesino no quiere sembrar porque el vecino no tiene reparo en ir descaradamente a cosechar lo que no sembró, y no hay autoridad que castigue este delito. Hemos llegado al punto de que nadie quiere sembrar un árbol frutal, una yuca o cualquier otro cultivo para no tener problemas con los vecinos; prefieren pasar hambre que sembrar, y he ahí una de las raíces de la desnutrición en nuestros campos.
Así como el lema "cero corrupción" generó grandes expectativas en los panameños hartos de la corrupción descarada y galopante y logró que eligieran con una gran mayoría a un Presidente, de igual forma el olvido de esta premisa, la timidez en aplicar sanciones, podría activar mecanismos de reacción para bajarlo.
