Pasado mañana nosotros –los ciudadanos responsables de nuestro país– iremos civilmente a ejercer nuestro derecho y obligación de votar para constituir los poderes Ejecutivo y Legislativo de nuestras ciudades y nación para el próximo quinquenio.
Así como el quinquenio que culmina fue favorecido por una bonanza mundial y el repentino descubrimiento de nuestro país por parte de los baby boomers de países del norte, el quinquenio que se inicia será harto difícil para nuestro país por la crisis financiera internacional que azota al planeta.
Pocas veces nuestra decisión ciudadana tomada en la soledad del recinto de votación será tan, pero tan importante. Por eso, es vital que todos salgamos a votar y lo hagamos con pensamiento profundo y conciencia, cualquiera sea nuestra preferencia.
Por eso también es vital que –sea cual fuere el resultado –continuemos mostrando la misma tolerancia y respeto por las cifras finales que hemos demostrado en las últimas seis consultas populares (incluidos los referéndums), en los cuales (con la excepción del referéndum del Canal) siempre ha salido victoriosa la oposición del momento y todos hemos aceptado el veredicto con madurez y altura.
Sin duda alguna, nuestra democracia electoral ha funcionado en forma casi perfecta. Nuestra ciudadanía, a pesar de mostrar su natural pasión, ha sido madura y responsable frente a los resultados, lo que ha demostrado que en nuestro país todos los sectores partidarios participantes tienen oportunidad de salir victoriosos, y hay pocos grupos cuyo objetivo es minar el sistema.
Sin embargo, donde llevamos un déficit es en nuestra democracia ciudadana: demasiados de nosotros pensamos que la democracia es votar cada cinco años, para entonces pasarnos el quinquenio en la queja perpetua y estéril debilitando así el sistema democrático que tanto nos costó reconquistar.
No. Tenemos la obligación de ejercer nuestra ciudadanía en forma diaria y competente. Por ejemplo: tenemos que seguir perfeccionando el sistema electoral hasta lograr la transparencia total y pública de las donaciones (o mejor dicho las “inversiones” hechas a los partidos políticos) para reducir la corrupción. Tenemos que lograr airear el sistema haciendo fácil y posibles las candidaturas independientes para que se fortalezcan los partidos políticos legítimamente.
Tenemos que lograr la ejecución eficaz de la última Concertación Nacional que ya –por Ley– tiene en cuenta bancaria, aparte del Estado, 35% de los ingresos del Canal, con el propósito de dedicarlos a inversiones, no gastos, para así cambiar la situación socio–económica de nuestro país priorizando a la población más vulnerable.
Tenemos que participar en una convocatoria de toda la sociedad para acordar un Plan Integral de Seguridad.
Tenemos que participar en una solución creativa a lo que finalmente es la fundación de la sociedad: nuestro sistema educativo.
En conclusión: los problemas de Estado no son responsabilidad solo de nuestros elegidos, sean quienes sean, sino de cada uno de nosotros, los ciudadanos en faena diaria, ya sea desde la sociedad partidaria (de gobierno y de oposición) o desde la sociedad civil.
Mi abrazo de felicitación a todos mis hermanos y hermanas en la nacionalidad y espero que quien salga elegido –sea quien sea– el lunes eleve su pensamiento y su acción junto a todos los panameños hacia el beneficio de la tricolor que ondea en el cerro Ancón… que es la bandera de todos los que tenemos el privilegio de la nacionalidad panameña.
