Un libro con el nombre Satán, una autobiografía, no me hubiese interesado en leerlo. Sin embargo, solemos equivocarnos cuando hacemos apreciaciones a la ligera. Yehuda Berg, su autor, nos lleva a un mundo en el que el ego es su protagonista. Berg habla sobre Satán, pero no el Satán o Satanás que conocemos como el Diablo, Lucifer o Beelzebú. Para este escritor, Satán es ese ego que asfixia y hace daño al que se le enfrenta. Berg considerado como el cuarto rabino y uno de los líderes espirituales más importante en América, según Newsweek, describe a Satán como el adversario y que su verdadera naturaleza es la fuerza opuesta que reside en nosotros. Nos dice que no hay enemigo ni obstáculo más grande que el ego y que no hay que negar su existencia. La depresión, la ira, los celos, la preocupación, el miedo, el falso orgullo, el comportamiento egoísta, la decepción y el cinismo son sus especialidades. Veamos el análisis que hago sobre la autobiografía de Satán en la que el autor trata de desinflar el clásico “yo, yo y yo”.
Empiezo con la persona endiosada. ¿Cuántas veces nos enfrentamos con seres humanos con su típico “yo requiero”, “yo merezco”, “yo exijo”? No hay nada más fastidioso, absurdo y chocante que escucharles vanagloriarse constantemente de sus logros y posibilidades. No evitan encontrar problemas y dificultades donde no los hay. Creen tener el mundo a sus pies. Este tipo de personaje está en todas partes. También la cultura de consumo juega un papel importante. Nos hacen creer que valemos por la ropa de marca, por los autos de lujo, por estar a la moda, por el poder y por humillar al que no tiene. El apego a las cosas materiales, al dinero y al poder es, sin duda, una de las enfermedades psicosociales que esclavizan al ser humano. Hay un malestar exagerado e incalculable cuando la persona no puede desprenderse de su adicción a la aprobación social, a las posesiones materiales ni a sus propias ideas, emociones y autoritarismo.
Precisamente, esa cultura es la llave al gran vacío interior que comienza a caracterizar a nuestra sociedad y nos hace francamente insoportables. Esta situación es muestra de una autoestima lastimada y adolorida por años. En cambio, una personalidad sencilla pasa desapercibida. Su fortaleza interior y encanto actúan en función de su reflexión. La personalidad sencilla es única, sin adornos, sin artificios. No le hace falta mostrar y poner en un escaparate sus posesiones y cualidades evidentes y naturales. La sencillez nos enseña a saber quiénes somos y nos ayuda a superar el deseo desmedido por sobresalir, sentirnos distinguidos y admirados y nos aleja de vivir de la competencia y constante comparación con las demás personas.
A ese Satán también lo encontramos en el complejo de superioridad que es la manifestación del sentimiento de inferioridad. Estas personas se muestran altaneras, presuntuosas, arrogantes, inflexibles y vanidosas. Son susceptibles a las críticas y comentarios y carecen de habilidad para establecer relaciones humanas armoniosas. Es la conducta propia de algunos que han alcanzado cierto nivel de éxito en sus vidas y se sienten superiores y con derecho a mirar con desdén a quienes, según su visión, no están en su mismo nivel.
Ese Satán (ego) que tenemos por dentro es instigador, arrogante, vanidoso y soberbio. Se disfraza de grandeza y tiende a hacernos creer que el tamaño de nuestra sombra es el valor que tenemos. El ego crea la figura errada de que somos lo máximo. Se sostiene en el tener y en los deseos: “quiero ese auto”, “quiero esa casa”, “quiero ese yate”, etcétera. Y hace lo imposible para obtener lo que no se puede a costa de otros. Su apetito voraz es incalculable. Te envuelve en riquezas y te dice que mientras tengas más atención, control, posesiones y diversiones, más feliz serás.
El ego no es más que una máscara con la que te cubres para representar tu obra en el gran teatro de la vida. Lo que no sabe el ego, es que todo llega a su final y es cuando la vida pone a prueba la fortaleza interior y aparecen esas experiencias que llamamos fracaso. Allí es cuando el ego se desinfla y quedamos hechos añicos. Al ego se le descubre cuando la persona tiene un profundo conocimiento de sí mismo. La meditación es un método sencillo para silenciar y domesticar al Satán que se lleva por dentro.