"La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros".
A nadie le sorprenderá escuchar tales comentarios sobre nuestra juventud. Lo posiblemente asombroso de esta cita es que no fue sacada de un artículo de opinión de la semana pasada, o de algún memorando de la asociación de Padres de Familia del 2006. Estas palabras las utilizó Sócrates, el padre del pensamiento occidental.
Aunque no dudo que el lector conozca la biografía de este ilustre filósofo, debo remarcar sus fechas de nacimiento y muerte. Sócrates nació en el 470 a.C. y murió en 399 a.C. ¡Hace 2 mil 500 años! Ergo es falso creer que este fenómeno de una "juventud inmoral" es algo nuevo; este poema de amor intergeneracional por lo menos lleva siendo recitado unos 25 siglos.
La sociedad necesita una juventud difícil; aquella que haga desesperar a los adultos. De esta forma nuestra sociedad puede realiza los cambios necesarios para adaptarse a realidades cambiantes. Esto siempre fue de actualidad, con Sócrates o con el Flower-Power de los 60.
Convenciones sociales, políticas, morales y religiosas se oxidan y pueden llegar a crear más problemas que soluciones. Usualmente es ahí cuando la juventud muchas veces pone el dedo en la llaga y desenmascara la hipocresía generalizada dentro de la sociedad.
En el mundo de hoy los conocimientos son cada vez más independientes de la edad, donde incluso los mayores tienen mucho que aprender de los jóvenes, que por su adaptabilidad pueden integrarse más rápidamente al tsunami informativo que pareciera arrasar con el tranquilo y despacio mundo de antaño.
Estoy seguro de que el único camino que conduce a una convivencia intergeneracional productiva y libre de ásperos roces, se encontrará en el sincero respeto de parte de los mayores por la opinión de la juventud. La experiencia demuestra que así el respeto será mutuo. El respeto no es un sentimiento de una vía, siempre uno de doble vía.