La palabra solidaridad está de moda pero, lamentablemente, ha pasado de ser un referente ético a representar un eslogan demagógico. Etimológicamente, la palabra procede de una raíz latina que significa sólido o compacto, aunque fue utilizada por vez primera en idioma francés a finales del siglo XVII. La Real Academia define solidaridad como la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros o, en el campo de la jurisprudencia, como obligación contraída mancomunadamente (in solidum). Personalmente, concibo la solidaridad como la colaboración voluntaria y constante, colectiva o personal, sin esperar recompensa alguna, al bienestar de otras personas que, por sí solas, no pueden satisfacer sus necesidades básicas o aspirar a justas reclamaciones sociales. Para ser solidario hay que tratar de incrustarse en el pellejo del otro. Toda ayuda que sea obligatoria no constituye solidaridad. Toda ayuda que sea puntual es más un acto de caridad que una genuina solidaridad. Toda colaboración que busque mejorar imagen pública, obtener protagonismo social, recibir prebendas políticas, ganar votos electorales, generar adeptos a creencias religiosas o lograr exoneración de impuestos tampoco puede llamarse solidaridad. La más extraordinaria donación es la que yace imperturbable en el anonimato.
Apliquemos ahora esta definición al tema de la CSS. A mi juicio, debemos borrar el concepto de solidaridad de esta problemática. La Seguridad Social fue exclusivamente pensada y estructurada, hace más de medio siglo, para asegurar el pago de pensiones por invalidez, vejez y muerte (IVM). El modelo logístico diseñado para su funcionamiento y supervivencia fue basado en las características de la pirámide demográfica de la población, la relación entre cotizantes y jubilados, la cantidad de cuotas a pagar por personas laboralmente activas y la expectativa de vida de la sociedad en ese momento. Todos estos parámetros de medición han cambiado notablemente en la actualidad y, lógicamente, deben ser ajustados y contemporizados.
Se habla de solidaridad intergeneracional de forma errónea. Los pagos al sistema representan un subsidio obligatorio que hacen los trabajadores activos para ayudar a los ancianos pero a cambio de recibir idéntica recompensa en la posteridad. Se habla de solidaridad de los patronos porque ellos pagan un 30% de la cuota IVM de cada obrero pero este aporte es también de carácter obligatorio y a cambio la empresa aspira a que sus empleados sean más productivos. Mi opinión es que la cuota patronal debe ser pagada directamente al salario del trabajador y éste debe asumir su propia jubilación, directamente con la CSS y/o a través de cuentas individuales privadas opcionales. La CSS se convierte, entonces, en una aseguradora autónoma e independiente del Gobierno y los asegurados deben velar por designar administradores y vigilar la pulcritud en sus finanzas.
Los hospitales de la seguridad social deben ser adquiridos por el Estado, por entes privados o mixtos.
La compra de servicios privados podría propiciar una mejor eficiencia administrativa, mayor productividad de sus funcionarios y superior cumplimiento de las funciones del personal. La cuota del programa de enfermedad y maternidad (EM) debe servir para que la CSS cubra la atención de cada asegurado en hospitales estatales o privados, según el precio de sus prestaciones. Si el asegurado prefiere mayor comodidad o atención personalizada tendría que pagar la diferencia.
La salud de los panameños no asegurados debe ser cubierta por el Estado, ente que deberá pagar a los mismos hospitales por los servicios correspondientes. Debido al elevado costo de la medicina actual, a la obligación que cada ciudadano tiene con la preservación de su propia salud y a la desvalorización de la atención médica cuando esta se brinda de manera completamente gratuita, resulta imperativo evitar el pernicioso paternalismo gubernamental y exigir que cada persona asuma su responsabilidad de co-pago de manera proporcional a su evaluación socioeconómica, tal y como sucede actualmente en instituciones públicas. El exagerado paternalismo tradicional, aún ejercido con poblaciones humildes, puede conducir a dependencia excesiva, juega vivo y vagabundería.
No nos dejemos engañar por discursos ideológicos parapetados a conveniencia, sean éstos de izquierda o derecha. Desde que tengo memoria, todos los directores que han liderado la CSS desde su fundación han contribuido al colapso de esta institución. Frente a sus narices han acontecido evasiones, morosidades, exiguos rendimientos bancarios, desfalcos, inversiones fraudulentas, licitaciones corruptas, negociados de insumos y medicamentos, incumplimiento de funciones del personal médico y administrativo, innecesaria compra de hospitales y abultamiento de la planilla laboral. Todos han sido responsables, en mayor o menor medida, del derrumbe de la CSS y carecen de moral para erigirse ahora como paladines de la solidaridad. Por eso, cuando alguien le hable de solidaridad, pregúntele si lo hace por altruismo, demagogia u oportunismo.
