Como parte de la juventud panameña raizal, surjo golpeado por tantos problemas que mantienen nuestra Patria muy enferma, por lo que todos coincidimos que vivimos en crisis.
Por ello necesito expresar con un grito de protesta, con la fuerza juvenil que me alienta, pedir al Gobierno, ponga un alto a las podredumbres que corroen nuestra sociedad, y que percibo centradas en el narcotráfico y la violencia. Este mal extiende sus tentáculos en todos los órdenes y niveles. Vivencia que día a día, nosotros, como panameños, experimentamos, pero no hacemos nada al respecto para con aquellos que les importa poco pasar por encima de principios de moral y de ética.
Diariamente los medios de comunicación nos describen, en forma escrita y hablada escenas que protagonizan ciudadanos de la hermana República de Colombia, de diferentes estratos económicos y sociales; escenas que nos inquietan y mueven las más íntimas fibras, las que nos incitan a desbordar parte de nuestra protesta.
Advierto, no soy anti-extranjerizante y hago hincapié en que no estoy en contra de los colombianos decentes que llegan a nuestro país a dedicarse a actividades correctas, pero solicito al Gobierno y a los funcionarios públicos responsables poner un alto a las invasiones de indeseables que han llegado a manchar el nombre de nuestro país, restar seguridad y arrebatar la oportunidad de trabajo de nuestros nacionales.
Sufrimos por más de tres siglos la dominación española, luego la colombiana que por 82 años siguieron saqueando lo poco que se producía y por ello continuaron el atraso. Por 86 años bajo el yugo norteamericano, nuestra estrecha cintura sirvió a los intereses de la potencia imperialista. Desde el 31 de diciembre de 1999, formamos parte del conglomerado de países, con estatus soberano gracias al sacrificio de vidas de nacionales y a la postura de dignidad de hombres y mujeres que en una lucha desigual, pero valiente, alcanzaron el puesto que ostentamos con personalidad propia.
Me entristece que a casi siete años de vernos realizados como república soberana, nuevamente nos encontremos cediéndole territorio y negocios a extranjeros colombianos que no aportan más que violencia, delitos como los "secuestros express", que hasta solo un par de años eran registrados en otros países y hoy lo vivimos en el nuestro; por la inmigración colombiana sin control que existe en el país.
Haciendo alusión a mi juventud, no puedo olvidar mis vivencias para hacer el llamado urgente a nuestros funcionarios, y pienso que mis compatriotas así lo sienten, que estamos siendo esta vez, invadidos por una mayoría de malos colombianos, maestros en la corrupción.
Agrego a todo esto el horrible ejemplo de la mujer que llega a nuestro país para dedicarse a actividades de dudosa reputación, desempeñándose como fáciles jóvenes que atienden y hacen crecer negocios mal vistos que solo contribuyen a desmejorar el ambiente de recato y moral.
Para concluir, no deseo caer en la generalización de los ciudadanos procedentes de ese vecino país, pues todo tiene sus excepciones, y en estos casos también hay personas honestas y con muchas ganas de trabajar honradamente.
