Pasadas las primarias del PRD, he escuchado y leído que la razón por la que Balbina ganó, o que Juan Carlos perdió, se debió a que Nito Cortizo le restó votos a Juan Carlos. Siempre he sostenido que los votos en una elección no son transferibles, endosables, ni se puede hacer con ellos ninguna otra operación matemática más que la de sumar y sacar porcentajes. Por tanto, me parece insensato que quienes, por una u otra razón, no quedaron satisfechos con los resultados de la elección, le echen la culpa a Nito por el triunfo de Balbina o la derrota de Juan Carlos, esgrimiendo que este (Cortizo) le “restó” votos a Navarro. Me parece estar escuchando el viejo canto infantil: “Yo no fui, fue Teté”…
¿Qué le hace pensar a alguien que si Cortizo no hubiera entrado al ruedo, el destino de los otros dos adversarios hubiera sido diferente? Aunque como ejercicio mental pareciera interesante, tal elucubración es meramente especulativa. Para empezar, necesitaríamos preguntar a los más de 30 mil panameños que votaron por Cortizo por quién lo hubieran hecho si él no se hubiese postulado.
Identificada como estuve con la candidatura de mi amigo Nito, escuché toda clase de argumentos para darle o no el voto: Que se inscribieron en el PRD solamente para votar por él; que bajo ninguna circunstancia hubieran votado por los otros; que estaban con él hasta el final, aunque las encuestas no lo favorecieran. Como resultado de tales encuestas, no faltaron quienes reconociendo que era el mejor candidato (especialmente después de los debates), no le dieron el voto porque no tenía oportunidad de ganar y querían que su voto contara en contra de alguno de los otros dos candidatos.
Respecto a las encuestas, recordemos que el porcentaje de la intención de voto para Nito era tan bajo, que ninguno de los otros dos candidatos podía sentirse remotamente amenazado por su pretensión.
No se puede negar que los panameños hemos avanzado en el campo de la democracia. Hay mucho que reconocer al proceso de elecciones primarias de los dos partidos con mayor cantidad de adherentes, pese a las críticas de divisiones dentro del PRD, las cuales considero exageradas. Tal como lo veo y sin ánimos de entrometerme en asuntos internos de otro partido, dos candidatos dijeron su verdad como la sentían, sin insultos ni ataques personales. Después de todo, ¿quién dijo que un partido político es un coro de ángeles?
Halago la hidalguía y prontitud con que Navarro y Cortizo reconocieron el triunfo de Balbina, ofreciéndoles su apoyo y, aunque lamento la ludopatía electoral de apostar a ganador o votar en “contra de”, típica de nuestras contiendas electorales, abrigo la esperanza de que algún día los panameños elijamos candidatos con credibilidad y propuestas coherentes, para que luego no tengamos que arrepentirnos o echarle la culpa a “Teté” por nuestros juicios errados.