SOCIEDAD DIVIDIDA.

¿Tiranía de la mayoría o de la minoría?

La democracia de los antiguos se basó en el consenso de todos y, ante la homogeneidad de opiniones, oprimió a aquellos que no compartían la opinión de la mayoría. Esa mayoría en la tradición democrática, es el conjunto de ciudadanos de un Estado, que ejerce poder. Esa mayoría, en nuestra democracia, puede estar en desacuerdo sobre algunas ideas o proyectos y soluciones para problemas públicos, pero en ella subyace la necesidad de un consenso sobre las reglas para resolver los conflictos y tomar decisiones. Sin embargo, estas reglas son a su vez, las reglas de la mayoría.

"¿Qué es entonces una mayoría tomada colectivamente sino un individuo que tiene opiniones y a menudo intereses contarios a otro individuo llamado minoría? Ahora bien, si admitimos que un hombre revestido de omnipotencia puede abusar de ella con sus adversarios, ¿por qué no admitir lo mismo respecto a la mayoría? (…) Considero impía y detestable la máxima de que en materia de gobierno la mayoría de un pueblo tenga derecho a hacerlo todo, y sin embargo sitúo en la voluntad de la mayoría el origen de todos los poderes. ¿Estoy en contradicción conmigo mismo" (Tocqueville, Alexis. La democracia en América).

Me surge una inquietud aún más grave, a partir del concepto de Lipset de que "una sociedad dividida en una gran masa empobrecida y una pequeña élite favorecida resulta ya sea en una oligarquía o en una tiranía", ¿qué tenemos en nuestro país? Si nuestro Estado es democrático -trátese del gobierno actual como del anterior, porque este ejercicio mental no es contra gobiernos- y, es responsable de garantizar que todos los ciudadanos logremos el pleno ejercicio de nuestros derechos de manera que podamos llevar una vida digna, ¿están construyendo ese orden social y político justo que necesitamos? o, será cierto lo que algunos autores señalan con respecto a que, la democracia es solo posible en los países con un alto índice de desarrollo económico.

Para responder mis propias interrogantes, he tratado de analizar algunos problemas que se discuten en nuestras calles; en las calles de esa mayoría de ciudadanos que se queja del transporte colectivo, por ejemplo. Ellos no pueden darse el "lujo" de no usarlo -aunque les encantaría dar una lección a la minoría que son los transportistas- porque no tendrían cómo desplazarse a los lugares de trabajo donde obtienen el dinero para subsistir. En cambio, la minoría de los ciudadanos, no depende del transporte público para movilizarse a donde quiera, y la minoría de esa misma minoría, es quien en representación de la mayoría del pueblo, toma decisiones en cuanto a este problema. Esto es como una paradoja.

Sin embargo, es indudable que la mayoría pide a gritos que el transporte sea un servicio público, por tanto, debe estar en manos del Estado pero no en la forma que se ha llevado. Que el Estado asuma el rol que le corresponde de brindar ese servicio y permitir que otros participen, igual que lo hace con la salud o la educación al ofrecer a la ciudadanía escuelas y/o hospitales públicos y particulares.

Es imperativo que nuestros gobiernos organicen e inviertan en un sistema de transporte público en manos de la administración gubernamental. Permítannos elegir entre un sistema de transporte público y un sistema de transporte privado (administrado por los que actualmente lo poseen u otros que vengan). Que nuestros gobernantes tomen los riesgos, porque habrá usuarios para ambos, estoy segura, pero que sea la verdadera mayoría quien decida qué sistema utilizará.

Y al hablar del transporte, me surge el recuerdo de trágicos hechos recién pasados y lo vinculo con la seguridad de cada persona que usa un medio de transporte "público". La seguridad y la vida me llevan al problema de la salud y del derecho que tenemos a ella. En realidad, no necesitamos mucha erudición para saber de la necesidad de modificar las condiciones sociales que favorecen la aparición de enfermedades. Por ejemplo, si analizamos el brote de tuberculosis, después de considerarla casi erradicada, se puede establecer la relación directa entre su disminución y las mejoras alimentarias y de sanidad general que se alcanzaron. Por consiguiente, esta mayoría de individuos que formamos el pueblo, tenemos el deber de participar individual y colectivamente en la atención de la salud. Y nuestros gobiernos, tienen la responsabilidad de establecer un conjunto de acciones y lugares para el cuidado de esa salud pero jamás, aprovechándose de una minoría que paga de sus ingresos un servicio, aunque en este se cuestione la calidad y la humanidad -hablo de la seguridad social- para sufragar las inversiones que al Estado le corresponden para atender la salud de la mayoría, que no tiene la posibilidad de pagar el seguro porque no ha logrado el derecho del trabajo.

Otro de los grandes problemas de hoy es el costo de la canasta básica. ¿Qué es lo que podemos hacer los ciudadanos, la mayoría, ante la minoría que comercia y lucra con los alimentos? Seguramente, ya que son los grupos organizados los que tienen "voz", las amas de casa debemos organizarnos para protestar de una forma que sabemos hacer muy bien: cocinando con los productos que nos ponen a bajo costo. Somos una mayoría que decide qué se come en cada hogar. Pues empecemos a cocinar platos distintos y dejemos que se queden en las bodegas, los productos que suben de precio.

Así, podemos revisar cada situación que se da en nuestro país y en las decisiones sentimos, la tiranía de la mayoría. Esa mayoría que decide, generalmente, pareciera olvidar que los demás somos personas inteligentes, capaces de amar, de llevar adelante una actividad libre y autónoma, de transformar la naturaleza, de crear. Esa mayoría, ¿o serán minorías?, olvida que todos tenemos la capacidad de transformar nuestra propia existencia de seres humanos en algo especial. Ese algo, es nuestra dignidad. La que exige el cumplimiento de nuestros derechos para una vida que iguale a la de los demás. Esa dignidad que se afecta con cada problema que enfrentamos.

La pregunta que dejo planteada es: ¿qué podemos hacer, cada uno, para que la dignidad humana no sea una simple declaración de principios y para que no sea pisoteada por la tirana mayoría o minorías, que decide lo que es mejor o peor para todos? Probablemente, podríamos aportar algo para construir un Panamá más solidario; cultivar nuestro deseo de transformarnos y de transformar la realidad. Además, si fuéramos conscientes de que somos parte de una comunidad en la cual todos somos iguales en dignidad y derechos y conociéramos la realidad en la que vivimos y viven los demás; podríamos, sin temor, transformar nuestro futuro.


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