De insistir como lo han expresado los responsables del sistema carcelario, en construir y rehabilitar nuevos edificios en los centros penitenciarios La Joya y La Joyita, estaríamos profundizando el vicio crónico e ineficaz del sistema carcelario, costoso, casi un despilfarro en la administración de cárceles, en el que predomina la promiscuidad, la miseria humana y los constantes hechos violentos. Además del desperdicio evidente de otros recursos importantísimos, vemos a funcionarios adiestrados y asalariados que la improvisación e incapacidad consume con escasos logros.
A pesar de esta situación, muy divulgada por los medios, lo que más preocupa y llama la atención es la falta de ingenio y creatividad de los gobernantes, en todo tiempo, para el aprovechamiento útil del potencial de los cerebros ociosos y de la mano de obra cautiva que promedia los 38 años de edad. Sin utilidad, aprendizaje, productividad y rehabilitación social, realmente son recursos humanos desperdiciados, hacinados detrás de barrotes de acero, en un ambiente malsano, libidinoso, promiscuo, maloliente, de degeneración sexual y moral, así como de focos de contagio de enfermedades peligrosas e incurables, precisamente por la incapacidad histórica de nuestro sistema obsoleto e inoperante de corrección y rehabilitación de los panameños al margen de la ley.
Son al menos 12 mil detenidos o reos en todo el país, a los que el propio modelo democrático –con sus debilidades y yerros– fue expulsando y dejando a la zaga del desarrollo nacional. A consecuencia por lo general de una injusta distribución de la riqueza, de la pobreza, la marginación social y de la poca o ninguna oportunidad de acceso a la educación y formación profesional se fueron convirtiendo en delincuentes peligrosos e infractores de la ley, a los que algunos gobernantes califican y tratan como ciudadanos de segunda, parias o despojos humanos, excluidos del presupuesto nacional para la resocialización.
Deseo compartir con los amables lectores y distinguidos funcionarios, la idea que de inmediato presento: construir en provincias previamente evaluadas, cárceles seguras y funcionales que operen como reformatorios y centros de producción, talleres y granjas escuela. Ubicados en los campos y alejadas de las ciudades (en la provincias de Chiriquí, Veraguas, Herrera y Los Santos), estos lugares debería contar con la participación de la Facultad de Agronomía; la Escuela de Agricultura de Divisa, la Misión Agrícola China; el JICA del Japón, el Inadeh, además del aporte de tecnología, material didáctico e insumos de la empresa privada.
Otros talleres de carpintería, mecánica, soldadura, electricidad, plomería, modistería, sastrería y zapatería se podrían instalar en las provincias de Panamá, Coclé, Bocas del Toro, Colón y Darién.
Además, habría que aprovechar el centro La Joya y su vasto territorio para instalar un módulo especial de producción de granos básicos, verduras y hortalizas; ganado de carne para el propio consumo, hospitales y colegios. En síntesis, lo que se propone es romper, de una vez por todas, con el cáncer y el círculo vicioso del sistema penitenciario actual, caracterizado por la sobrepoblación y la miseria que el propio sistema democrático concibe y pare… madres, esposas e hijos de presidiarios infelices, haciendo colas conflictivas y vulnerados en su intimidad por los registros y requisas rígidas.
El Estado debe comprender que en los regímenes democráticos, no así en los totalitarios, es obligante regenerar a la población rezagada que quedó al margen de la ley. Es una acción rectificadora de la mala distribución de la riqueza y oportunidades. Los presidiarios también merecen ser contemplados en el vistoso programa de "Red de Oportunidades".
