En el mundo convulsionado y relativista en el que nos movemos es muy común escuchar frases individualistas y poco coherentes con la razón humana y el quehacer de la misma. Es por ello, y movido por el interés de aportar, lo que considero mi responsabilidad este artículo, desde la mirada humana y cristiana sobre los valores. Y muy específico en la familia.
Empiezo analizando una situación muy común: los seres humanos desaprovechamos el tiempo centrándonos en las cosas negativas que tenemos, esto debería ser completamente diferente; debemos interrelacionarnos viendo lo bueno de cada quien, y haciendo alianza sobre lo positivo y dejando para después lo que nos diferencia. Debemos inquietarnos por el núcleo familiar y sus repercusiones en la sociedad. La familia desde siempre ha sido el irreemplazable núcleo formador de la sociedad y para beneficio de la misma.
En la familia tenemos las oportunidades de vivir y formarnos en los valores o los antivalores; en ella tenemos la oportunidad de convivir con los peligros y las oportunidades, de reflejar nuestras mayores debilidades y que con amor nos las hagan ver y aprendamos y las superemos, como también nos pueden fortalecer. La familia es el eje de la sociedad que nos permite ver reflejada la sociedad misma. Las sociedades que se han despreocupado de este valor familiar, son sociedades que se han vuelto individualistas y por tanto aisladas, y poco preocupadas por sus comunidades. La vida familiar sigue siendo un valor fundamental, es algo que nos identifica y nos marca para el futuro. La familia es el reflejo de lo que estamos viviendo en el país.
En la familia se pueden vivir ciertos valores sin haberlo reflexionado, generalmente, podemos ver que la familia como formadora de hombres, fomenta valores que nos enaltecen y nos transforman hacia algo mejor, nos hacen reflexionar sobre el servicio, la solidaridad, la fortaleza, la subsidiaridad, valores muy importantes para hacerlos vivos en nuestras familias y en nuestra sociedad.
No hay valores buenos o malos, simplemente hay valores y antivalores. El hombre por naturaleza tiene la libertad de seleccionar entre el bien y el mal. El mal es una deformación del bien.
Toda familia unida es feliz sin importar la posición económica, los valores no se compran, se viven y se otorgan como el regalo más preciado que podemos dar. No existe la familia perfecta, pero sí aquellas que luchan y se esfuerzan por lograrlo.
Necesitamos más familias donde se exprese la solidaridad, donde se exprese la verdadera humildad, el verdadero desarrollo humano, la fidelidad, la prudencia, la perseverancia, la honestidad, el hablar con la verdad, familias donde no nos dé vergüenza mostrar nuestras debilidades, sino que tengamos la confianza y la humildad para decirlas y ayudarnos unos con otros a superarlas, afrontar nuestros retos, familias en donde pongamos al servicio de nuestra comunidad, el testimonio de vivir en la unidad, de vivir en el amor, en el amor hacia los demás, hacia uno mismo, y los que somos creyentes, en el amor a Dios.
El autor es seminarista
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