Atenógenes Rodríguez En Panamá vivimos de vendedores de milagros. Es más, ser político en nuestros días es ser el payaso de las bofetadas, porque el prestigio es mínimo, el descrédito enorme y las burlas son constantes, la falta de credibilidad resulta casi total. Cuánta verdad hay en lo que usted lee en este momento. Estoy seguro de que se identificó con todo. Le confieso que las palabras no son mías, las tomé del libro Fabricantes de miseria, escrito por Carlos Alberto Montaner, Plinio Apuleyo Mendoza y Alvaro Vargas Llosa en 1998.
Los políticos de Panamá prometen, cual novio enamorado, la luna y las estrellas para después de la boda producir el desencanto.
Es triste vivir en medio de tanto insulto a nuestra inteligencia, y lo peor es que la gente lo reconoce, lo asimila, y no hace nada.
Día a día vivimos un circo; y no se trata ahora de criticar a la presidenta Moscoso, a Martín Torrijos, a Endara, a Ernesto Pérez Balladares o a los militares y su dictadura; la respuesta está en nosotros, todos tenemos parte de culpa.
Nosotros los medios tenemos culpa, pero no estamos solos; está usted que lee el periódico en este momento y que le encanta ver al payaso; usted que no cambia de canal, porque pertenece al partido político del bando que ahora no manda, pero que, quizás, mandará en el 2004. También está el que dice que no es político, y que nunca se preocupa por quién votar, pero que se queja porque el país está jodido.
Así es, duele reconocerlo y lo digo yo, que tengo que ver diariamente al payaso. Y bueno, entonces qué dirá usted: ¿que la televisión y los periódicos dejen de sacar esas noticias, que dejen el show, o que la presidenta cierre la Asamblea, la Corte y que viva Fujimori? No mi amigo, ahí no está la solución.
Acaso recuerda usted los llamados acuerdos de Bambito I y II o el acuerdo Coronado, ¿dónde quedaron? Yo puedo contestarle: detrás de la puerta, donde nadie los ve. ¿Por qué?, me dirá usted. Porque los acuerdos les pedían a los políticos tener visión de Estado, no de Gobierno; porque le pedían a la sociedad civil compromiso, y exigían a los políticos que dejaran de vender milagros. Pero en Panamá, a muy pocos les gusta comprometerse, a menos que les toque una buena parte del pastel.
El país que todos queremos no aparecerá de la noche a la mañana, parafraseando a Franklin Covey; hay que poner primero lo primero. Y en Panamá, lo primero es dejar de lado la payasada, identificar de una buena vez nuestra visión de país, para que -independientemente de las diferencias políticas- todos caminemos en la misma dirección y aprendamos a comprometernos, tanto los políticos como la sociedad.
Hay una frase que en casi 100 años de República todavía prevalece: abajo el que sube, porque no soy yo. Pero si logramos identificar la visión o la gran meta del país, cada gobierno debe proponer una misión que cumplir durante los cuatro años de su mandato. Entonces, oposición y Gobierno se cuidarían de andar con payasadas, porque el resultado de que el país no gane es la pérdida para el político.
Todavía guardo la esperanza en la dirigencia joven de los partidos, a quienes conozco y con la que me identifico, sean Gobierno u oposición. Su manera de hacer política en algunos casos es distinta; solo espero que cambien el discurso, que dejen de vender milagros y que dejen de ser el payaso del circo, por su propio bien y el de todos nosotros.
La pregunta es, como decía Guillermo Rodolfo Valdés en el programa La Hora 11, de la década pasada. ¿Tendrán oídos para oír u ojos para ver? Vamos a dejarlo ahí.
