HAMBURGO, Alemania. En un principio este muchacho enjuto de un barrio pobre de Londres no quería ser peluquero. Pero a sus 75 años (que cumplió ayer, 17 de enero), el Fígaro más famoso del siglo XX goza del prestigio de ser un revolucionario de la moda en los peinados.
Y no es para menos: a millones de mujeres en Europa y Estados Unidos las liberó en los años 60 del drama de ir a la peluquería, tener que ponerse rulos, pasar un rato sentada sufriendo el aire caliente del secador de pie, el desagradable cardado, los litros de laca y las largas sesiones de peluquería.
Hace 40 años, Sassoon presentó el bob (o corte de paje): un peinado de cortes rectos, claros y suelto, que a la vez era muy llevadero.
El pelo tiene que ser vital y que cuando caiga lo haga en su forma natural, sin importar que uno acabe de hacer deporte o de hacer arrumacos con su amante, describe el peluquero, quien de sus ideas para el estilismo del cabello creó un imperio de moda a nivel mundial. Pero el aprendiz tuvo que despertar primero su creatividad.
La infancia entre el hospicio judío y la humilde vivienda londinense de su familia concluyó pronto. Era el hijo mayor y a los 14 años, su madre, una ex bailarina de flamenco, lo envió a ganar dinero. Eligió la peluquería Cohens para que comenzase como aprendiz. Y no tenía ningún sentido resistirse, recuerda ahora Sassoon.
Comenzó como shampoo-boy, es decir, lavando la cabeza a las clientas y tocando los diversos productos para ello. Los vapores que exhalan los productos químicos lo estremecían, pero la vida dura despertaba su ambición y el joven peluquero acudía cada semana al teatro. Quería escuchar ese bello lenguaje y poder deshacerse de su acento de clase baja. A mediados de los 50, se atrevió a dar el salto y abrió su propia peluquería en la popular calle Bond Street.
Durante algunos años experimentó con nuevas técnicas de corte y realizó cortes geométricos. Paralelamente, creció su interés en el arte y la arquitectura, especialmente en el estilo Bauhaus.
Mi sueño era el imperio de la geometría para el pelo: cuadrados, triángulos, rectángulos y rombos, afirma. Rechazaba a las clientas que querían el pelo rizado. En 1961, lo recibió en Nueva York el arquitecto de rascacielos Philip Johnson, un colaborador de Mies van der Rohe. Y tras este encuentro crucial en la vida del peluquero, Sassoon lo tuvo claro: quiso trasladar a su campo las formas claras y la precisión de las obras del arquitecto.
En 1963, cuando tenía 35 años, ya había probado lo suficiente. El peluquero, que encajaba perfectamente con el ambiente innovador de los años 60, con los Beatles y la minifalda de Mary Quant, ya estaba listo.
Nace entonces el corte Nancy Kwan (según el nombre de la primera mujer que lo lució) o el bob, que deja mover libremente el pelo liso sobre la frente. Poco más tarde, aparece una foto de este corte en la revista Vogue. Sassoon y su melena corta se hacen famosos en todo el mundo.
Según reconocen hoy en día los expertos, el bob sigue siendo un estilo que marca tendencias y aunque el corte se varíe, la técnica base de Sassoon aún se sigue.
Ha trabajado con los diseñadores de moda y sus nuevos peinados se presentan con un gran despliegue de medios. El realizador Roman Polanski le hizo volar a Hollywood, donde cambió radicalmente el peinado de Mia Farrow para Rosemarys baby (1968), que lo lucía muy cortito. Cobró por ello 5 mil dólares.
Sassoon, que actualmente vive en Los Angeles, también ha mostrado tener talento para los negocios. Creó una cadena internacional de peluquerías, varias academias para el aprendizaje de peluquería y en 1974 sacó a la venta una serie de productos para el cuidado del cabello.
Su nombre se convirtió en marca comercial y él en millonario. Ya en 1983, cuando tenía algo más de 50 años, dejó de ser el único propietario de todo y vendió su departamento de productos, que más tarde pasó a ser propiedad del consorcio Procter & Gamble. Y la peluquería la pasó a dos estrechos colaboradores.
Sin embargo, el fundador de la empresa, con su cabello plateado, su camiseta negra y su traje, le sigue siendo fiel a la prestigiosa peluquería, como representante.

