EL MALCONTENTO

¡Viva la mano dura!

Yo creo que soy pusilánime, que tanto discurso democrático y tanta tonterías con los derechos humanos es fruto de una educación defectuosa en la que mi padre y mi madre no me pegaron lo suficiente. Es más: no me tocaron un pelo. Cero mano dura. Y eso, reconocerán ustedes, genera debilidades de por vida. Nada de traumas, nada de querer vengar con otros lo que me hicieron. Soy anormal, sin discusión. Lo bueno es que uno puede enmendarla, aunque sea ya en periodo de canas y calva. Estoy decidido a emprender varios cambios en mi vida en esta época de buenos propósitos para el año próximo (para este va a ser imposible, voy cuesta abajo).

El primer cambio es que prometo enloquecer en diciembre de 2009 como los miles de compulsivos consumidores que, desafiando a crisis mundiales (que a Panamá ni rozan, somos estupendos), trancones monumentales (que Torrijos soluciona estimulando más el tráfico rodado) y precios disparados (lo que contradice la teoría neoliberal de que a más compradores precios más bajos), están vaciando los centros comerciales de la capital. También prometo convertirme en estúpido y ser optimista. Es decir, negaré el cambio climático, la amenaza a la ya precaria soberanía alimentaria de nuestros pueblos, creeré en Obama como si fuera la reencarnación de un ídolo judeo–cristiano (claro, que negro) y hasta podría estar en contra de cualquier ley de salud sexual y reproductiva para, de ese modo, salvaguardar la hipócrita y opresiva familia tradicional (aunque esa batalla ya la hemos ‘ganado’).

Pero el verdadero cambio fundamental se lo debo a los candidatos a la Presidencia de la República. Ese ya ha comenzado: me he vuelto defensor a ultranza de la mano dura. Porque imagino que si la aplican significará que encarcelarán a los constructores y promotores inmobiliarios que están construyendo esta ciudad imposible, que los socios de Petaquilla entrarán en la lista de terroristas internacionales, que los corruptos del Gobierno y de la empresa privada jugarán partidas de poker en La Joyita y que le expedirán una boleta de alejamiento al sonriente ministro para que no cumpla sus amenazas (ay… esto de la violencia doméstica…).

Esa debería ser la mano dura: meter a la cárcel, sancionar y perseguir a los que más daño hacen al país. Imagino que los comisarios del viejo oeste como Juan Carlos Navarro o Martinelli y sus acólitos, como la conversa ingeniera Herrera, no se conformarán con encarcelar y machacar a cuatro ladrones de tres al cuarto o a un par de pandilleros de El Chorrillo. Ellos y ella están destinados para causasmayores.

Eso sí, no han entendido todavía lo de la división de poderes. Hace unos días, en el extraño programa Debate Abierto (porque no hay debate y porque su conductor se empeña en cerrar la puerta a los argumentos serios) Navarro y Herrera prometían impunemente que, de llegar al gobierno, habrá castigo ejemplar para los maleantes (esta palabra que hasta este periódico ha adoptado para calificar a los presuntos infractores de la ley) y penas cumplidas de forma íntegra. Lo que no escuché es si van a modificar la Constitución para darle al Ejecutivo el poder de controlar a la rama judicial. De no hacerlo, sus promesas son tan vacías como sus propuestas para el país. Los periodistas dejamos que los candidatos hagan afirmaciones olímpicas, sin lógica ni coherencia, y pasamos a la siguiente pregunta. Un gran aporte a la campaña recién inaugurada y que promete ser más tortuosa que cualquiera de las carreteras del interior.

En todo caso, yo ya les compré la idea y apoyo la llamada mano dura. En los últimos cuatro años he oído que para frenar la delincuencia había que comprarle carros nuevos a la Policía (se hizo), que había que darle más presupuesto al ex héroe Mirones (se hizo), que la solución era el Prosi del Toro (se hizo), que mejor unas cámaras en la ciudad (se instalaron) o que mejor reformar las instituciones y remilitarizarlas (se hizo). Y miren por dónde que en realidad la que sabía lo que había que hacer era la ínclita Mireya Moscoso: mano dura. Todo en esta vida es circular. Hasta mis artículos.

[La sabiduría casi siempre reside en los últimos versos o en los últimos tragos. Y últimos son estos de Caballero Bonald que C. lee con el último trago: “Escrito está en los márgenes/de libros y botellas:/los necios se asesoran de otros necios contiguos”].

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