Hace unos días me tropecé, por vez primera, con un libro del que había escuchado, pero que no conocía, El Diccionario del Diablo, de Ambroce Bierce. En él había un separador de páginas que me invitó a abrirlo. La primera palabra que vi fue ratón, leí y sonreí, la verdad es que por su manera diferente y fuera de lo común de su significado, me hizo seguir leyendo las siguientes palabras que había en la página. Hubo una que acaparó mi atención “realidad” y que se definía así: “s. El sueño de un filósofo loco. –Lo que queda en el filtro cuando se filtra un fantasma. –El núcleo de un vacío”.
Sí, señores, pensé inmediatamente en la realidad que estamos viviendo como país. Por un lado, según este diccionario, estamos viviendo el sueño de un filósofo loco (“vamos mal”), por otro lado, y si quitáramos la palabra filósofo, estaríamos viviendo el sueño de un loco (vamos peor). Pero, aunque no fuera por el significado de este pintoresco libro, la verdad es que sí estamos viviendo la realidad de una persona que se autodenomina “loco”, sin ser filósofo; pero la realidad no solo es de ellos, es de todos los que, junto al filósofo loco, la estamos viviendo.
Y si seguimos analizando los otros significados, ¡caramba!, nada bueno nos depara nuestra realidad. Veamos; “lo que queda en el filtro cuando se filtra un fantasma”, yo diría que nada nos puede quedar después de filtrar a un fantasma y si queda algo, seguramente, el fantasma se lo lleva. “El núcleo del vacío”, ¿cuál sería?, para mí sigue siendo nada. ¿A qué conclusión, entonces, puedo llegar sobre nuestra realidad’, a que estamos viviendo el sueño de filósofo loco que, de loco, tiene mucho, pero de filósofo no tiene nada y no tiene nada, porque es un fantasma que tiene su núcleo vacío.
“Vivimos en un sueño del que a veces despertamos”.
Para muchas personas, las condiciones sociales, culturales, educativas, nos llevan a estar inmersos en un continuo sueño, del que creemos estar despiertos, sin darnos cuenta que solo salimos de ese estado cuando, asustados, podemos despertarnos, de cuando en cuando. Eso pasa, casi siempre, al darnos cuenta del rumbo que ha tomado nuestro sueño, en este caso, nuestra realidad. Arrebatos (manifestaciones, marchas, paros, titulares de noticias, etc.) en el que entramos muchos en ese período de tiempo que creemos estar despiertos de ese mal sueño, porque no nos gusta la realidad que vivimos, comparada a la que nos vendieron. No son más que locuras temporales para nuestro creador de sueños y para algunos que viven de esos sueños. Ellos jamás llegan a pensar que, para el resto de los mortales, su sueño se nos ha convertido en pesadilla.
Para retomar el hilo de nuestros sueños, por lo visto, debemos ser como el que nos hace soñar. Sí, debemos romper con toda lógica, debemos pensar al revés y asumir que la inteligencia de la forma en que la pensamos no es más que una especie de ignorancia disimulada, que tenemos muchos tontos.
Esto también me lleva a algo que leí una vez: “hay que saber danzar entre la locura y el caos, y saber que la certeza y la comodidad mental son constantes obstáculos que nos impiden llegar a la verdad de las cosas”.
Despertemos, pues, de este sueño, de esta realidad, antes de que la deuda en que nos están metiendo los locos de la patria sea impagable para tres millones y medio de gobernados, y antes de que esa torre financiera que quieren construir ya no tenga motivo de ser, porque cuando la terminen no habrá finanzas estatales que cuidar, solo las finanzas de los que nos llevaron a soñar como locos.
