Eva Aguilar eaguilar@prensa.com
En el proceso evolutivo por el que los seres humanos hemos atravesado durante millones de años, el organismo se ha dado cuenta de que hay ciertas cosas que nuestros ancestros utilizaban y nosotros no necesitamos. Así, ya no tenemos la misma cantidad de dientes que el hombre de cromagnon y la mayoría vamos al dentista para que nos saquen las cordales, aunque hay niños que ya nacen sin ellas. Pero la evolución tiene sus fallos y de que las mujeres vivimos más tiempo de lo que dura nuestra etapa reproductiva, no se ha enterado todavía.
Siempre listas para reproducir la especie mientras somos jóvenes y fuertes, nuestro cuerpo nos juega una mala pasada al llegar el climaterio y la menopausia. Dado que ya no necesita el estrógeno que segregan los ovarios para continuar con la labor de fabricar nuevos seres humanos, deja, poco a poco, de producir la hormona. Parece olvidar que el estrógeno no es solamente el encargado de formar cada mes una abundante capa de tejido en las paredes del útero -donde se albergará el óvulo fecundado-, sino que además desempeña un papel primordial en la protección del sistema óseo y cardiovascular.
El estrógeno actúa directamente sobre el metabolismo general de la mujer y por lo tanto tiene funciones esenciales como disminuir la calcemia (exceso de calcio en la sangre), fijar el calcio en los huesos y ayudar al hígado a controlar el colesterol. Al faltar la hormona, el riesgo de sufrir osteoporosis aumenta, porque los huesos se vuelven más frágiles.
Para garantizar la calidad de vida de la mujer mayor de 45 años, especialmente de aquella cuyos ovarios han sido extraídos o han pasado por una histerectomía (extirpación quirúrgica del útero), existe la terapia hormonal de reemplazo, es decir, un tratamiento para proveer al organismo de estrógeno por medio de métodos alternativos: comprimidos por vía oral, inyecciones, cremas vaginales y parches que, colocados sobre la piel, liberan pequeñas cantidades de estradiol (la misma hormona que producen los ovarios).
Si bien la terapia hormonal de reemplazo es hoy por hoy la mejor forma de prolongar el efecto protector del estrógeno, no escapa de la polémica. De acuerdo con información de la Sociedad de Osteoporosis de Canadá, algunos estudios han revelado que, mientras 10 de cada 100 mujeres pueden desarrollar cáncer de mama a lo largo de su vida, el riesgo aumenta a 13 de cada 100 entre aquellas que han estado en tratamiento hormonal por más de cinco años.
Para Konstantinos Tserotas, ginecólogo y obstetra, la cuestión de cuánto tiempo es seguro que una mujer se someta a terapia hormonal de reemplazo, es la pregunta del millón de dólares.
Aparentemente después de siete años puede haber un leve aumento en el nivel de riesgo, pero sigue siendo menor que todos los grandes beneficio. Además, el mayor peligro solamente se vio en las mujeres relativamente delgadas (índice de masa corporal menor de 24.4). Pero la palabra final no la tendremos hasta dentro de unos cinco años, explica el médico, refiriéndose al tiempo que habrá que esperar para obtener los resultados de los estudios más recientes.
Con Tserotas coincide Joan Levin, médica radióloga y experta en densitometría.
No se ha demostrado científicamente que tomar estrógeno produzca cáncer; pero si hay una displasia severa en la mama, el riesgo aumenta. De los siete tipos de cáncer, dos son hormonodependientes y tienen que ver con estos desarrollos anormales en el seno.
¿Tratamientos alternativos? Los hay. No se puede olvidar que no todas las mujeres son candidatas a someterse a terapia hormonal de reemplazo. Aquellas que, por ejemplo, padecen displasia severa y fibromas, están exentas de ella. En cambio, se les administra clorhidrato de raloxifeno, un bloqueador del estrógeno que estimula el cuerpo a proteger los huesos.
Sin embargo, es un error pensar que los productos químicos nos salvarán para siempre del peligro de padecer fracturas que, a cierta edad, nuestro sistema óseo ya no será capaz de reparar por sí solo.
Gastar y formar Los seres humanos gastamos entre 1% y 3% de masa ósea al año. Esa masa que se pierde, se repone constantemente gracias al equilibrio que existe entre las células que trabajan en los huesos. Mientras los osteoclastos (células gastadoras) invaden la superficie del hueso, lo erosionan y producen pequeñas cavidades, los osteoblastos (células formadoras) se encargan de llenar esos agujeros con tejido nuevo hasta que el hueso queda completamente restablecido.
En ese proceso natural de gasto y regeneración, el estrógeno tiene una labor fundamental: es la hormona encargada de controlar la velocidad a la que el hueso se erosiona, por lo que es en gran parte responsable de que el balance entre osteoclastos y osteoblastos se mantenga.
Apenas desaparece el estrógeno, las células que estimulan la formación de hueso nuevo se desaceleran bruscamente. Pero las que gastan hueso y estaban dormidas, se despiertan. Hay una inversión en el proceso, explica Joan Levin.
Pero en la salud del hueso no intervienen únicamente las hormonas. Vitaminas (D), minerales (calcio) y ejercicio físico ayudan también a que el mineral óseo -formado por calcio (99%), fosfatos, magnesio, manganeso, boro, zinc- se adhiera al hueso.
Desde que el feto está en desarrollo hasta los 19 años, el hueso crece en longitud y anchura gracias al mineral. A partir de esa etapa crecemos muy lentamente, pero es justamente entre los 20 y los 25 años cuando las células de reserva trabajan con mayor ahínco y guardan mineral óseo para el futuro.
Levin explica que es precisamente a esa edad cuando empieza el trabajo de prevenir la osteoporosis, enfermedad que se caracteriza por la pérdida de la masa que compone el hueso. Pero también es la edad en la que no se es consciente del daño que producen ciertos comportamientos.
En ese periodo nuestros adolescentes están tomando sodas, fuman, beben alcohol y hacen poco ejercicio, actividades que no ayudan a formar hueso nuevo y sano, sino que lo desgastan.
A ello habría que añadir la tendencia actual a la delgadez extrema. Para alcanzar esa imagen, muchas jovenes se someten a regímenes alimenticios carentes de alimentos ricos en calcio.
De allí que al llegar a los 30 años, edad en la que el sistema óseo termina de formarse, muchas mujeres no hayan logrado una estructura ósea sana y fuerte, y, por lo tanto, estén mal preparadas para resistir la falta de estrógeno en el futuro.
El climaterio es una etapa en la que el cuerpo trata de adaptarse a un cambio de vida. Pero si entramos en esa fase en el límite de reserva de mineral óseo, en los próximos dos o tres años vamos a perderlo de forma acelerada, dice Levin.
Las mujeres vivimos de estrógeno. Y aunque la medicina maneja terapias que sustituyen su ausencia cuando nos abandona, está claro que para lograr un esqueleto que nos sostenga todos los años de vida que superen la etapa reproductiva, también deberíamos cuidarlo durante su proceso de formación.
