FORMACIÓN HUMANA

Volver a las lecciones de cívica

En la antigua Grecia, los filósofos exponían sus afirmaciones sobre lo que debía ser la conducta del buen ciudadano, porque el sistema en que vivían era el de la ciudad-Estado, por lo tanto, era una constante preocupación la formación de un individuo que, desde su nacimiento, estaba destinado a participar directamente en la defensa de su ciudad o en las asambleas, en el Gobierno o en la convivencia con los otros ciudadanos igual que él.

Todas las personas disponen de conocimientos que responden a las necesidades de sus respectivas sociedades y brindan aportes para resolverlas en la medida de sus posibilidades.

Un licenciado en leyes se encargará del aspecto jurídico en el cargo público que se le asigne y así, sucesivamente, ocurre con otras profesiones, por traer un ejemplo.

Pero sobre todas las profesiones aprendidas, inclusive el más iletrado del país, tiene una idea que está por encima de todas: la cívica, el civismo y la urbanidad.

Podrá ser un alto funcionario o podrá ser una persona sin preparación, pero todos necesitamos de las normas de convivencia pública, las cuales están basadas en el respeto, la urbanidad, la educación y la inteligencia misma de cada miembro de la sociedad que puede discernir entre lo malo y lo bueno.

Ninguna ley se hará sentir, ninguna política económica salvará a la sociedad, ninguna obra de ingeniería será efectiva, etc., si el individuo mismo, por dentro, no está orientado a hacer el bien o a cumplir con sus deberes, poseyendo una idea de civismo.

Quien piense que solo de pan vive el hombre, ¡se equivoca! Las buenas acciones, las buenas políticas, la justicia, la convivencia misma solo puede ser apreciada, defendida y promocionada si la persona hace de la cívica parte de su integridad personal; si un abogado graduado digamos en la Georgetown, a la hora de hacer justicia en el cargo que el pueblo le asignó no lo hace, no es por desconocimiento de las leyes, puesto que es académico, no le hará justicia al pueblo porque él mismo, como persona, no tiene ni moral ni ética y muchos menos sabrá lo que es ser un hombre cívico.

De tal manera, las lecciones de cívica se toman para hacer de nosotros ciudadanos más correctos. La cívica se enseña al niño, al joven, al adulto, que luego será autoridad o figura pública, que luego será legislador y que de último será presidente (a) de un país.

La enseñanza, como proceso, toma en cuenta la etapa biológica y la etapa social. Ahora, si durante el camino se alió con hombres corruptos, sin civismo alguno, si en el camino estuvo fusionado a partidos políticos ladrones del dinero del pueblo, si en el camino fue próximo a gente utilitarista, hedonista y de un estrato moral muy bajo, saldrá un individuo que repudiará al que hace una buena gestión para su familia, para la comunidad o para el país, ya que como con quienes se adjuntó eran hombres y mujeres sin ningún civismo, ética o idea del bien, hará de su hogar, de su comunidad y de su país lo que han hecho a otros: ¡un infierno!


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