Voto de castigo o voto en contra de...

Los políticos no descansan; pero no es porque están trabajando para servir y hacerle más llevadera la vida a los ciudadanos de este país, que cada vez les cuesta más ganarse el sustento diario. El ajetreo de unos, es por mantenerse en el poder en el 2004 y el de los otros, es por arrebatárselo. No importa lo que haya que hacer, lo que haya que mentir o escandalizar. El fin es hacerse del mando para así saciar sus apetitos de lucro y de figuración.

La espera para un nuevo período gubernamental siempre se les hace larga y como el que espera desespera, la contienda electoral se recrudece a medida que pasan los días.

Se barajan nombres y alianzas que nada tienen en común. Ya se habla de aportes millonarios de los interesados, que se sienten muy seguros de recuperar con creces su inversión, como ha sucedido en los últimos torneos.

Para los que no pertenecemos a ningún partido político, y que somos la mayoría de los votantes, el panorama electoral es cada vez más incierto por no decir negro. Pareciera una paradoja que en esta última década, en que hemos podido ejercer el derecho al sufragio, una gran cantidad de personas se ha visto impedida de escoger al candidato que cree es el más apto y más interesado en desempeñarse con rectitud, porque su voto ha tenido que ser de castigo o en contra de...

Indudablemente que en el primer caso hay un deseo de desquite por todos los engaños e ineptitudes; y, en el segundo, hay un temor de que la democracia corra peligro, que los lobos se presenten con piel de oveja, porque después de haber sufrido por 21 años, dos meses y nueve días la conculcación de todos los derechos civiles, políticos y sociales, no se confía en los seguidores de los dictadores, cuya meta siempre es perpetuarse en el poder y la prueba está en que a toda costa nos impusieron, en el período pasado, una elección reeleccionaria.

Lo peor es que aunque se esté consciente de que ambos tipos de voto no son garantías de acierto, y que es una situación que de por sí defrauda, porque realmente no se está haciendo una selección libre, a esto nos han llevado, nos llevan y nos llevarán, los políticos o funcionarios que al momento de tomar las riendas del Estado olvidan tan fácilmente sus promesas y actúan igual o peor que a los que tanto criticaron.

Al pueblo, que tiene hambre no solo de pan sino también de justicia, de tranquilidad, de protección, y que está harto de tanta desfachatez, corrupción, chabacanería, endeudamiento y violencia verbal o física, le lastima ese poco importa de los gobernantes, de los que deben hacer leyes en su favor y de los que deben dictar fallos justos, porque dan la impresión de que la opinión ciudadana respecto a sus indefendibles actuaciones, los tiene sin cuidado.

Muchos funcionarios, a través de sus intervenciones diarias en los diferentes medios de comunicación, viven lamentándose de que estos no resaltan las cosas buenas que se hacen porque lo que les atrae son los acontecimientos desagradables. Cuando escucho o leo esto me pregunto: ¿No están puestos allí para que trabajen por el bien común? ¿No reciben suficientes loas de los allegados, que son realmente los beneficiarios? Se parecen a los muchachos que piensan que cuando sacan buenas calificaciones hay que correr a darles premios.

No obstante, a pesar de que se quejan, pareciera que a algunos los cuestionamientos que se les hacen no les quita el sueño. He sabido de los que dicen “Total, hagamos lo que hagamos, aunque sea bueno, siempre van a criticar. Así que critiquen lo que quieran. Lo importante es que nosotros estamos contentos con lo logrado”.

Siendo así las cosas, se les puede muy bien aplicar el siguiente epigrama del gran periodista y poeta Gil Blas Tejeira (escrito en los años 60), que nunca pierde actualidad: “Este gobierno conmueve y puede estar satisfecho, que si no hace lo que debe, debe todo lo que ha hecho”.

Los votantes independientes y de cuyos votos, indudablemente, dependen los candidatos para obtener el triunfo, no cuentan para más nada. Los cargos importantes, con contadas excepciones, salen de las filas partidarias del presidente electo. Los legisladores se deben a sus partidos y sólo responden a ellos.

A la gran mayoría de los electores sin afiliación partidaria, no le interesa cargos públicos; de lo contrario, estaría inscrita en los partidos. Con su voto no solo quieren asegurar que el sistema democrático se mantenga, sino que el país marche por el sendero del progreso, pues, la única manera de lograrlo es trabajando con honestidad y equidad.

Como van las cosas, en mayo del 2004, ¿nos tendremos que conformar nuevamente con el voto de castigo o con el voto en contra de...? O, ¿habrá la esperanza de votar libremente por alguien que valga la pena?

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