ADECENTAR EL GOBIERNO

Cuando se acerca el momento: Berna Calvit

Me gusta asomarme a ver la mañana cuando aún intercambia saludos con la noche que se marcha; cuando puedo oír el silencio de la ciudad en descanso y el olor que hay en el aire todavía fresco, es el del aromático café que me espera en la cocina mientras salgo a ponerle semillas y frutas a las aves que llegan volando hasta los arbustos, cuyo verdor mitiga la aridez de los muros de cemento que me rodean. Este ritual mañanero que tanto disfruto me fortalece y es purificador; después tomo unos minutos para hacer algo de calistenia mental con un juego de palabras en un artilugio tecnológico, magnífico regalo que me hiciera mi hija; y gustosa acepto la invitación a caminar que me hace con alegre meneo de su cola mi gran compañero, ´Bruno´. Estas y otras actividades como, por ejemplo, la lectura, incorporarse al amplio mundo que ofrece la internet y procurar la compañía y la conversación grata, son saludables para los que ya hemos dejado atrás los años mozos, pero no queremos que la vida nos pase de largo cuando está ganado el privilegio de disponer del tiempo sin estar sometidos a la rigidez del horario laboral fuera de casa y ya se cumplió con la crianza de los hijos. Son los años en que la experiencia acumulada permite recordar el ayer sin nostalgia, vivir el hoy a nuestro propio ritmo y no preocuparnos tanto por el mañana, que es siempre el día de hoy ¡y hasta permitirnos pensar “en la inmortalidad del cangrejo” si así lo queremos! Pero una parte de la calidad y el costo del diario vivir está inevitablemente sujeta a los que están a cargo del gobierno.

No sé usted, pero estoy escandalizada, más allá de lo que puedo expresar en palabras, por lo que ha estado saliendo a relucir en las últimas semanas. La palabra corrupción no me parece suficientemente abarcadora para explicar la intrincada red de chanchullos en obras y programas del gobierno actual. Lo desvelado no deja dudas de que gobernar no significó estar al servicio del pueblo, sino un gran negocio manejado con criterio netamente empresarial. De manera consistente, sin pausa y carentes de sensibilidad social, de 2009 a 2014 pantagruélicos negociados (Finmeccanica, Autoridad Marítima de Panamá, aeropuerto de Tocumen; Traffic Safety, Vertikal Corp., etc.) se hicieron rutinarios; millones de dólares a disposición de funcionarios, diputados y algunos de “oposición” que le hicieron el juego al Gobierno; el gasto de la partida discrecional “se llevó en banda” el de los presidentes anteriores. Cuando oigo decir que Martinelli cambió el país, vale preguntarse qué cambió. Partes de la fisonomía de la ciudad, sí; tenemos un Metro, obra que aplaudo; nuevas vías, una sospechosa cinta costera tres (CC3) y trabajos viales en el interior, todos proyectos a la vista donde hay dinero “gordo” e inmediato. No cambió el Curundú que no sale en cuñas; las escuelas rancho y las que están dilapidadas; no mejoró el Hospital del Niño ni dotó de agua, alcantarillados y electricidad a cientos de comunidades en la ciudad y el interior. La publicidad devoró millones, pero el Hogar Malambo y los asilos para ancianos reciben migajas.

Cuando se acerca el momento ya sabe el presidente Varela que el expresidente Martinelli será un feroz adversario y así lo ha dejado saber con acciones y palabras. Pero Varela cuenta con el respaldo del pueblo que exige un “hasta aquí”, no más impunidad, no más burla, no más sacrificar a los más necesitados. De nada servirán las pruebas de cómo y quiénes (gobierno y empresa privada) se sirvieron del erario público para su provecho personal y político si el gobierno entrante no ordena las investigaciones y el Poder Judicial (necesita fumigación profunda), no impone con plena autoridad las sanciones que correspondan. Muchos escollos deja sembrado el gobierno Martinelli: la corrupción institucionalizada; el lastre de deudas tan grandes que cuesta imaginarlas; un pueblo impaciente que cerrará calles y exigirá que se resuelva ya lo que no resolvieron los gobiernos anteriores ni en cinco años el que prometió cuando caminaba “en los zapatos del pueblo”. Será difícil gobernar y limpiar a la vez, pero con casa sucia será más difícil lograrlo. Por esa razón se debería eliminar el PAN, foco infeccioso; el suministro de fondos a los diputados cuya función es legislar, no hacer de “bodegueros de barrio”; la publicidad estatal usarla para educar e informar, no para el culto a la personalidad; que la Contraloría recobre su función de fiscalización y control; que se eliminen máquinas tragamonedas (regadas por todo el país) y casinos fuera de hoteles 3-5 estrellas y las loterías particulares que fomentan adicciones que destruyen familias; que Anam, con parámetros rigurosos acabe con los abusos de mimados urbanistas “Atila” que arrasan manglares; que se suspenda el “Crisol de razas” hasta que se establezcan mejores controles.

De último por importante, la educación, un punto de gran debilidad. El conocimiento académico no basta para elevar el nivel cultural de un país. La promoción de la educación, en la amplitud de su significado, debería ser prioridad en la agenda de gobierno. Cierro con una frase que alguna vez leí: “El peor enemigo de un gobierno corrupto es un pueblo culto”.

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