He leído un artículo de La Prensa del 27 de febrero Niños víctimas de nuestra aberrante conducta, del Dr. Xavier Sáez Llorens. Comprendo que en esta vida cada quien es libre de optar en conciencia por lo que quiera creer; llámese ateísmo práctico, agnosticismo, existencialismo, marxismo-leninismo, etc. Por la forma como escribe y emite sus pensamientos, sobre todo cuando de la Iglesia se trata, se nota mucho resentimiento y rencor que muchas veces lo lleva a generalizar conceptos que no son objetivos. Por ejemplo, cuando señala el caso de los sacerdotes pedófilos que la Iglesia de forma complaciente ha impedido su sometimiento a juicio civil; más adelante nos acusa de mercaderes de la fe.
Mi estimado Xavier por lo visto ignora la firme posición del Papa a este respecto y que hoy varios sacerdotes están cumpliendo condena no solo en Estados Unidos, sino en otras latitudes donde se ha comprobado el delito.
Por lo visto puedo colegir que en su pasado remoto tuvo, como muchos otros, alguna triste e inolvidable experiencia con religiosos o miembros de la Iglesia que lo llevaría posteriormente a su postura agnóstica; igual como cuando un niño no guarda gratos recuerdos de su padre y se le hace difícil concebir la idea de Dios Padre.
Deseo aclarar que no escribo con afán de polemizar ni esgrimir una apología teológica de la fe católica. Solo pretendo respetuosamente invitarlo a informarse mejor cuando quiera emitir un juicio o una apreciación de la Iglesia de forma objetiva y sin que prevalezcan sus sentimientos adversos y de intolerante anticlericalismo.
En el mismo artículo hace referencia de forma irrespetuosa y poco ética de la figura del cardenal Obando, de Nicaragua, haciendo alusión al caso de la niña de nueve años que quedó embarazada luego de una violación. Dado que el cardenal manifestó la oposición de la Iglesia ante la perspectiva de abortar al niño, el Dr. Xavier afirmó: ¿Se encargaría el cardenal Obando de criarlo, alimentarlo y educarlo toda su vida? Lo dudo. Miles de niños nacen en iguales condiciones en nuestros países y forman parte de una inmensa lista de seres olvidados, incluso por quienes precisamente defendieron sus derechos durante su indeseada gestación.
Es oportuno aclarar que el cardenal solo presentó la postura oficial de la Iglesia y de la que él es un representante. Comprendo que hay muchos adversarios de la Iglesia con respecto al tema del aborto y sobre este particular es conocida la del doctor Xavier. No se debe olvidar que a nivel mundial la Iglesia representa una de las mayores instituciones de caridad y de asistencia social: niños abandonados, con malformaciones congénitas, desnutridos, ancianos enfermos y abandonados por sus familiares, jóvenes desorientados, etc. Aquí mismo en Panamá, y concretamente en Colón, dirijo una casa para niños maltratados y abandonados. Son varios los testimonios que aquí conservo de niños que fueron expuestos a la práctica del aborto, pero que hoy son parte del futuro de un mejor país, ya que en cada niño hay una nueva esperanza. La pregunta que surge es, ¿por qué lo hacemos? Antes de responder a esa pregunta, debo confesar que comparto algunas de las inquietudes del Dr. Sáez con respecto al desequilibrio social que se vive en nuestro medio y en el resto del mundo. Nuestras diferencias se enmarcan en el ámbito de la fe. Debo reconocer que la fe es un don. Los que hemos experimentado, como en mi caso, las tinieblas del pecado y la ausencia de Dios en la vida, compensadas por ideologías marxistas y el apoyo a revoluciones sociales, solo por esa irrupción de la gracia llegamos en su momento a reconocer con humildad que no somos absolutos. Poco importa cómo lo reconozcan las diversas creencias: Yahvé, Alá, Jehová, Eloím, Krishna, Dios, etc.: cuando se enciende la luz de la fe, lo primero que desaparece es nuestra visión existencialista atea del mundo en que vivimos.
Para responder a mi pregunta anterior, atendemos a los niños en necesidad por la convicción de que en cada niño Dios se hace presente, y porque ellos son los preferidos del Reino. La fe en Jesucristo motiva nuestro trabajo.
Hace algunos años el diario Le Monde, de París, daba al mundo una primicia que causó mucha controversia en el ambiente filosófico. El renombrado filósofo Jean Paul Sartre, reconocido como el teórico del existencialismo y en cuyas obras prevalece el pesimismo, declaraba que los demás son un infierno rivales que hay que enfrentar. Al final de su vida se desplomó de sus pensamientos y humildemente pidió el auxilio de un sacerdote. Por expreso deseo de Sartre, el sacerdote publicó sus palabras textuales: Quiero pedir perdón a la humanidad por todo el daño que han hecho mis escritos; nada de todo eso he querido escribir, pido perdón al mundo entero.
La gran verdad se define en las postrimerías de la vida; será el momento de la opción definitiva. Prueba de que el Dios de Jesucristo no quiere la condena del pecador, es que nos deja aún hasta esa hora la decisión final sobre la vida eterna, aunque nunca haya uno creído en ella. Las palabras de Cristo, que trascienden la historia, han perdurado por encima de poderosos imperios y gobernantes.
La nave de Pedro, que es la Iglesia, no ha sucumbido a pesar de las más espantosas pruebas y persecuciones desatadas contra ella. ¿Cuál es su secreto? La promesa de su Señor: Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Como discípulo de aquél que nos envió a orar y a perdonar a nuestros adversarios, le digo al Dr. Xavier que a pesar de sus planteamientos le pido perdón de corazón por cualquier miembro de la Iglesia que en su pasado le pudo haber desilusionado y conducido a la incredulidad. En nombre de Mons. Obando, como miembro de la única Iglesia, también reciba mi perdón. Oro por usted y su estimada familia para que la paz y la unidad los sostengan hasta el día en que, a pesar de su escepticismo actual, sus ojos contemplarán al Eterno en el juicio particular.
