SALUD

Sin ánimo de ofender

Lo que más precio de esta columna dominical es poder escribir lo que se me antoje sin recibir una pizca de censura editorial. Los correctores del periódico sólo me piden evitar el uso de palabras vulgares. Lo entiendo pero no lo comparto. En la vida real, ante situaciones de ira o asombro, a uno siempre se le puede escapar algún vocablo obsceno. A Pérez Reverte, miembro de la RAE, se le permite cierta vulgaridad lingüística. A mí, no. ¡Qué vaina! Voy a utilizar un título parecido a una de sus más polémicas obras para tocar varios temas. Muy a mi pesar, lo haré con prosa tierna.

Me gustaría ver acciones o discursos más directos y contundentes en materia de salud pública por parte de las autoridades ministeriales actuales. Mientras los primeros 100 días han sido dedicados a comentar sobre construcción de hospitales, adjudicación de nosocomios a la universidad nacional, adquisición de ambulancias no licitadas, denuncias de irregularidades en HST y HISMA o búsqueda de anomalías administrativas de la anterior dirección, el dengue, los embarazos en adolescentes y las infecciones de transmisión sexual se aprovechan de la grisácea parsimonia rectora.

Debido, quizás, a que la transición de mando ocurrió en plena epidemia de influenza, las estrategias preventivas contra el dengue fueron parcialmente descuidadas. Como resultado, se ha detectado un incremento importante en el número de casos de la enfermedad, tanto en su forma clásica benigna como en su peligrosa variedad hemorrágica. Algunas comunidades han superado umbrales tolerables de infestación del mosquito. Los ciudadanos, por desidia y escasez de directrices técnicas, han relajado la eliminación de criaderos en sus vecindarios. El Minsa tardó en proclamar un estado de alerta sanitaria para poder atacar, con todas las herramientas profilácticas disponibles, este brote de infección antes que acontezca una epidemia severa de incalculables consecuencias. El escenario es propicio para el desastre ya que, con bastante probabilidad, más de la mitad de la población ya ha padecido dengue clásico durante los últimos 15 años.

Las enfermedades de transmisión sexual siguen cobrando víctimas. Mientras las autoridades educativas y sanitarias no entiendan la importancia de la educación sexual en las escuelas y la utilización rutinaria del preservativo en toda relación casual, la sociedad menos informada sufrirá los estragos de embarazos no deseados, abortos clandestinos e infecciones prevenibles. La cantidad de mujeres gestantes y niños afectados por VIH o sífilis que hemos detectado en los últimos meses representa una bofetada para los que dirigen la salud y educación de cualquier país que se jacte de defender a los suyos. No tengo la menor duda de que si Jesucristo viviera en esta época, apelando a lo que se cuenta sobre su vocación por los más desposeídos, él sería un adalid en las campañas sobre el uso del condón. Curiosamente, los cristianos de derecha no se escandalizan por la posesión de armas mortales para la defensa personal pero sí de la portación de inocuos dispositivos de látex para la prevención individual. En tres meses de gobierno, no he visto ninguna propaganda exhortando al sexo más seguro. Para colmo, el gobierno nos traerá a B-16. El virus del sida se frota las manos de felicidad por su visita.

Apoyo la idea de realizar pruebas rápidas para detectar sida y sífilis en mujeres que no acuden al control prenatal. En este sentido, la posición de Conalac es desacertada. El usuario es siempre la prioridad de cualquier iniciativa gubernamental. La función de los gremios es pelear por la estabilidad laboral y reclamaciones salariales de sus miembros pero nunca interferir con políticas sanitarias beneficiosas para los habitantes más humildes. Un laboratorista no es el único idóneo para efectuar exámenes sencillos de tamiz inicial. Si seguimos ese argumento, una partera comunitaria tampoco podría recibir recién nacidos ni un asistente rural, repartir antiparasitarios ya que ambas actividades serían deberes exclusivos de los médicos. A mi juicio, parte del resentimiento es debido a que las autoridades de salud han dado excesivo protagonismo al gremio médico y nulo, o muy poco, a otros colectivos profesionales del sector. O todos o ninguno. Prefiero lo último.


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