Aprender a afrontar, sobrellevar y cuidarnos del coronavirus ha implicado un gran reto a nivel emocional, impactando de una u otra manera, las demás áreas que conforman nuestra vida (personal, familiar, social, laboral, académica, física, espiritual). En el camino hemos ido afrontando retos y desafíos. Hemos tenido que aprender a asumir nuevos roles o relegar algunos, trabajar y estudiar desde casa, establecer nuevas rutinas, ajustar presupuestos, descubrir y realizar otras actividades, dejar de lado ciertas costumbres y estilos de vida, para poco a poco aprender y desarrollar nuevos patrones.
Dicho proceso de ajuste y adaptación es particular en cada persona, lo cual nos muestra claramente que la percepción y estilo de afrontamiento sobre la pandemia va más allá de tener una causa inicial en común (Covid-19). Cada persona la ha experimentado de forma diferente por el significado atribuido a la misma, además de otros factores igualmente importantes como son la personalidad, experiencias y duelos previos, situación de vida antes de iniciar la pandemia, recursos económicos disponibles, calidad de las relaciones interpersonales, entre otras. A su vez, esta vivencia ha podido despertar en algunas personas, cambios en sus hábitos de sueño, alimentación, estado de ánimo y percepción de la vida misma.
Lo cierto es que más allá de como cada uno lo ha vivido hasta el momento, encontrarnos actualmente en la etapa que han nombrado “retorno a la nueva normalidad”, puede llegar a generar para muchos, sentimientos encontrados.
Por un lado, un gran alivio por sentir que estamos más próximos a regresar, de alguna manera, a la vida libre que conocíamos y a la cual estábamos acostumbrados. Por otro lado, se acentúa la sensación de ansiedad e incertidumbre por no saber si estamos preparados para salir y sentirnos protegidos.
En esta fase pueden aparecer, permanecer o intensificarse algunas de los siguientes síntomas, los cuales debemos conocer para poder abordarlos correctamente y evitar posibles complicaciones que puedan poner en riesgo nuestro funcionamiento y nuestra salud mental.
•Miedo al contagio. Al estar en contacto con el mundo exterior, la probabilidad de contagio aumenta. •Ansiedad. Respuesta anticipatoria a una amenaza o futuro incierto. •Sensación de angustia. Se manifiesta en el cuerpo ante el aumento de la frecuencia cardiaca, dificultad o aceleración en la respiración, agitación, tensión muscular, unido al temor de sentirse en riesgo y desprotegido. •Alteraciones del sueño. Puede verse reflejado en dificultad para conciliar el sueño, alteración en el ciclo y presencia de pesadillas. •Inestabilidad emocional. Cambios significativos y frecuentes en el estado de ánimo, sensibilidad, irritabilidad, tristeza, culpa, confusión, frustración, falta de control. •Anhedonia. Apatía o desinterés por las cosas que anteriormente nos generaban placer, atracción o motivación. •Pesimismo. Sensación de desesperanza, rechazo, rigidez de pensamiento. •Sentimientos de vacío. Melancolía y pérdida a raíz de los distintos duelos emocionales. •Recuerdos intrusivos. Presencia de recuerdos o imágenes de situaciones vividas no procesadas emocionalmente, que interfieren de manera repentina.
Muchos de estos síntomas aparecen al principio y van perdiendo fuerza con el pasar de los días, sin afectar de forma permanente nuestra calidad de vida. Sin embargo, si aumenta en intensidad, frecuencia y duración, y se ve afectado de forma significativa nuestro funcionamiento, esto se convierte en una señal de alarma que nos indica la necesidad de contar con el apoyo de profesionales idóneos en salud mental para valorar la existencia de un trastorno emocional (ej. trastorno de ansiedad, depresión, fobias, estrés postraumático, entre otros).
Como toda transición, esta nueva fase implica una vez más un proceso de ajuste, donde tendremos que volver a aprender, aceptar y sobrellevar la situación. Para reacomodarnos y adaptarnos sanamente a este período de retorno, hay varias cosas que podemos hacer:
-Identificar nuestras emociones. Nombrarlas, regularlas y expresarlas. De esta manera trabajarán a nuestro favor y nos permitirán realizar el proceso de adaptación. -Respetar nuestros tiempos y los de los demás. La imposición perjudica el proceso de adaptación.-Exposición gradual. La adaptación debe darse poco a poco, por pequeñas etapas, con el objetivo de ayudar al proceso de ajuste y así poder reducir o evitar consecuencias psicológicas como fobias u otro tipo de miedos. Por ejemplo, comenzar a salir por periodos cortos, hacer alguna actividad puntual y retornar a casa. -Identificar los pequeños logros. Esto nos permitirá ir reforzando el sentido de superación, logrando poco a poco acercarnos a lo que definimos como normalidad, esto nos ayuda a sentirnos reconfortados. Por ejemplo, reconocer que pudimos ir a un lugar determinado, realizamos la actividad que teníamos que hacer, volvimos y estamos bien. -Continuar con las medidas sanitarias. (Lavado de manos, uso de tapabocas, respetar el distanciamiento físico, evitar actividades o lugares que concentren multitudes, etc.) -Observar la intensidad, frecuencia y duración de los síntomas que estemos presentando. Esto nos permitirá buscar ayuda en el momento adecuado, para evitar el desarrollo de fobias, trastornos de ansiedad, depresión o estrés postraumático. -Contar con una red de apoyo. Sentir el apoyo y compañía de nuestros seres queridos y personas de confianza, nos permite sentirnos seguros, tranquilos y optimistas.
Aunque no son temas menores a los que nos vamos a enfrentar como sociedad, es importante recordar que los seres humanos tenemos la capacidad de aprender y desaprender, con el fin de adaptarnos y regularnos ante las distintas situaciones que la vida nos presenta.
Además de contar con una red de apoyo sólida, es importante educarnos en salud mental como herramienta clave para poder afrontar las emociones que esta experiencia de vida nos despierta y poder retornar con las nuevas adecuaciones y aprendizajes.
Si en el camino identificamos que la ayuda de nuestros seres queridos no logra ser suficiente para hacerle frente a la situación y a las emociones que se desprendan de estas, es importante buscar apoyo de un profesional idóneo. De esta manera trabajaremos en el fortalecimiento y funcionamiento óptimo de nuestra salud mental y volver a gozar de una buena calidad de vida.
La autora es psicoterapeuta y psicooncóloga