LOS FIELES ESPECTADORES DEL TIEMPO.

¿Donde están nuestros árboles?

El otro día manejaba mi auto por la Avenida Israel hacia Panamá para visitar a mi hermano que vive en San Francisco y en mi sentido de orientación me decía: , pero abrumado en pensamientos me di cuenta que me había pasado la calle. me dije, dando la vuelta, pero al regresar a la calle que debí tomar, me percaté de que los árboles solo eran un recuerdo y lo que antes fue un hermoso paraje, es ahora un peladero abriendo paso a otra una nueva edificación en San Francisco.

Así como a mí, estoy seguro que esto le ha pasado a muchos panameños que parece que ya no podemos utilizar los frondosos árboles de referencia porque los están desapareciendo y, lo que es peor aún, se ha cambiado la zonificación en detrimento de las áreas verdes. Panamá era el término indígena para indicar la abundancia de peces, mariposas y, por qué no decirlo, de árboles. En mi sentido común los árboles son parte de nuestra cultura autóctona y son nuestra conexión con la madre naturaleza. Nadie puede negar que el verde de un árbol le inspire tranquilidad o que el susurro de sus ramas y hojas movidas por el viento relaje la vida misma y esto es porque el viento, lluvia y sol trabajan en armonía con la madre naturaleza. Por esto debe existir un equilibrio en todo lo que hacemos y logramos; el fin no justifica los medios y, por tanto, no debemos cambiar el verde de nuestros árboles por el verde de los dólares.

Debemos comprometernos y buscar retos para conservar los árboles que quedan en nuestro ambiente citadino. Panamá es una de las ciudades más modernas de América Latina y ser una ciudad en progreso no significa que debamos convertir todos los lotes de baja densidad por alta densidad perdiendo el verdor que caracteriza nuestra querida ciudad. Desde el punto de vista de infraestructura esto no se puede hacer sin la debida planificación que involucra la inversión en mejoras a los sistemas pluviales, sistema de agua potable, recolección de aguas negras, tratamiento de aguas servidas, recolección de basura, nuevas redes de distribución eléctrica, teléfono y cable.

El progreso va acompañado de una estructuración de crecimiento que el Estado debe implementar, pero que incluye todos los aspectos hasta los de preservación del hábitat natural dentro de la misma ciudad. Cada vez que cortan un árbol, nosotros no solo perdemos un instrumento natural de sombra, asombro o "recobijo", se pierde el hábitat de todos los animales e insectos que lo utilizan, entre ellos: hormigas, mariposas, lagartijas, iguanas, ardillas y pájaros que todavía nos acompañan en nuestro ambiente capitalino. Claro, la vana respuesta a esto es que si talas un árbol aquí debes sembrar varios en otro sitio, pero es precisamente el lugar donde cortas el árbol que realmente lo necesita. Nadie protesta por ellos, no hay defensor de los árboles, ya que todo se reduce a que hay que darle paso al modernismo, pero la realidad tras esto es que hay que sacarle el máximo al terreno para dar buenos dividendos.

Es absurdo que un lote de alta densidad pueda ser construido en sus límites de propiedad con paredes ciegas hasta 5 pisos de altura. Un edificio no debería estar pared con pared de otro, ya que dependiendo de sus dimensiones pueden, bajo los efectos de un sismo, vibrar de tal forma y darse el caso de que ambos se impacten. La zonificación en San Francisco se regulaba bajo la resolución 112-2003 del 22 de julio de 2003, la cual indicaba que el 35% del área del lote se debe reservar para áreas verdes, sin embargo, en la Gaceta Oficial del 31 de agosto de 2005 se resolvía derogar lo relativo al área verde, es decir a nada. ¿Como es posible esto? Quiere decir que un promotor que obtiene un lote de baja o alta densidad no está obligado a dejar nada de área verde. Esto es inconcebible y esto no es ni progreso ni modernismo, sino un acto bárbaro donde se cambian leyes sin tener en cuenta lo que se está perdiendo.

Las leyes deben ser para proteger y no desbastar. Por eso debemos ver con lupa esto del área verde permitida en algunas zonificaciones, en donde en el pequeño porcentaje de área verde asignado se le permiten construir las aceras, cordones, terrazas, tanque de basura, transformadores, etc. y lo poco que sobra lo asignan para grama y jardines. Esto está siendo mal interpretado o convenientemente aprobado como un estándar.

Los promotores deben ser más conscientes y los arquitectos más creativos, ya que el reto no solo es hacer un proyecto de mayor rentabilidad, sino uno donde en lo posible se combinen las fachadas preservando los nobles árboles que por decenas de años nos han acompañado. La actitud debe ser de ganar-ganar, pero para todos y no solo para algunos.

El Estado está a tiempo de revisar ciertas leyes de zonificación y hacer cambios fundamentales para preservar nuestra capital tal como la recordamos en estos momentos. Los árboles son nuestros amigos, fieles espectadores del tiempo y los mejores aliados a la hora de un caluroso sol. Si no hacemos algo ahora, en un futuro no lejano me podría preguntar: y ¿dónde están nuestros árboles? En mi imaginación solo quedarán.


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