Las áreas para el funcionamiento del Canal

Adolfo Ahumada

Según parece, a la Autoridad del Canal la tienen acusada de geófaga. Se dice que acumula tierras para aumentar sus enormes riquezas y que no devuelve los bienes ajenos. Es como un latifundista improductivo al que hay que aplicar la Reforma Agraria y expropiarle algunas cuantas hectáreas que puedan servir a una finalidad de mayor utilidad. Si, en el camino, se modifica su régimen de autonomía para reducirlo a su mínima expresión, entonces mucho mejor, para que no ande por allí haciendo las veces de gran señor feudal en pleno siglo XXI.

Pues bien, las cosas son distintas. El tratado Torrijos-Carter eliminó la Zona del Canal y este territorio quedó bajo la jurisdicción total de Panamá. También se identificaron instalaciones militares que quedaron bajo el control de Estados Unidos hasta 1999, cuando se produjo su reversión a la República. Igualmente, se destinaron áreas para el funcionamiento del Canal. Antes de la reversión de 1999, Panamá tenía que decidir, como cuestión interna de su propia soberanía, cómo iba a manejar ese territorio tan estratégico, vinculado a la vía acuática más importante del mundo. Entonces, con tiempo suficiente para estar preparado, el Estado panameño creó la Autoridad del Canal mediante una ley. Se incorporaron dos artículos que resultan básicos para entender el asunto. Uno es el 33, el cual, entre otras cosas, señala que “el patrimonio de la Autoridad estará constituido por las instalaciones, infraestructuras, los equipos y otros bienes muebles e inmuebles adscritos al funcionamiento del Canal, que reciba la república de Panamá con motivo de la transferencia del Canal...”. Otro es el artículo 130 de la misma ley, el cual indica que “El Organo Ejecutivo, por conducto del Ministerio de Hacienda y Tesoro, traspasará a la Autoridad la propiedad de todos los bienes descritos en el numeral 1 del artículo 33 de esta ley, que reciba con motivo de la transferencia del Canal, a los valores que se establezcan en el acto de traspaso correspondiente”. Eso fue lo que ocurrió el 29 de diciembre de 1999, cuando el Organo Ejecutivo traspasó esos terrenos al Canal, dos días antes de la reversión.

¿Qué sucedió después? Que la experiencia indicó que algunos bienes ya no resultaban necesarios para el funcionamiento del Canal y se devolvieron al Estado panameño. En esas condiciones, le tocaría a las autoridades del Gobierno nacional la decisión sobre el destino de esas áreas territoriales. La Autoridad del Canal no es competente para señalar cuál es el uso que se le va a otorgar a esas tierras, devueltas al control del Organo Ejecutivo el 29 de julio del presente año, con escritura y todo. Se sabe que una de esas áreas es la que alberga actualmente al Ministerio de Salud. El edificio que utiliza el Organo Judicial, al lado de la Iglesia de Ancón, es otra. El Ministerio de Salud está recibiendo otros terrenos y edificios en el sector de Dos Ríos. Igual ocurre con la Policía Nacional de Diablo, frente al establecimiento denominado “24 horas”. En ese mismo acto, el Canal hizo el traspaso al Estado del área en la cual se construye el puente elevado y el complejo vial a la salida del Corredor Norte en Ancón. Cuando el Canal hace la devolución de estos terrenos, allí termina su actuación. Es lógico y normal.

Entre el Canal, los municipios, las juntas comunales, la Autoridad de la Región Interoceánica (ARI), la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) y demás instituciones cuyas funciones guardan relación con el régimen de propiedad que mantuvo Estados Unidos, debe existir plena armonía para el desarrollo de las funciones de cada cual. Resulta de mucho provecho para esa labor de coordinación, la circunstancia de que las áreas de trabajo están bien delimitadas. De esa manera, Panamá puede beneficiarse de la labor de toda la estructura y hacer uso adecuado de sus propios recursos. Lo peor que le podría ocurrir al país es que haya conflicto entre organismos que tienen señalada una misión internacional de tanta significación. El diálogo y la armonía deben formar parte de la visión de la Nación, en su esfuerzo por alcanzar los mejores rendimientos de una posición geográfica cuyo control costó tanto alcanzar, el cual se logró por el protagonismo histórico de aquellas generaciones que lucharon duro para que Panamá tuviera lo que tiene hoy. El Canal es parte de ese esfuerzo. Su contribución al país resulta vital y es clave hasta para mantener las esperanzas colectivas.

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