SURGIMIENTO

¿Qué es el ateísmo?

En términos generales, el ateísmo puede ser definido como la negación razonada de la existencia de Dios. En cuanto tal, se trata de una postura filosófica no una doctrina científica. No obstante, el ateísmo recurre a la ciencia moderna para demostrar que la existencia de Dios –en particular, su concepción tradicional y popular– es sumamente improbable. Asimismo, despliega razones filosóficas –en especial, de naturaleza moral– para mostrar que nuestras creencias acerca de Dios y la religión en general son racionalmente cuestionables.

Sin embargo, el ateísmo no siempre se ha comprendido del mismo modo a través de la historia y las culturas. En la antigüedad occidental, por ejemplo, la no creencia en un dios en particular (aunque se creyera en otro u otros), podía ser considerada como ateísmo. Del mismo modo, algunas doctrinas filosóficas, al igual que ciertas enseñanzas religiosas, podían calificarse de “ateas”. Tal fue el caso de las enseñanzas de Sócrates y las creencias religiosas del cristianismo. Por otra parte, en Oriente, las ideas del jainismo y el budismo, sin dejar de mencionar al confucianismo o al taoísmo, han prescindido generalmente de la idea de un Dios creador y personal, lo cual las define formalmente como ateas.

En el occidente medieval, el ateísmo fue una doctrina sumamente extraña. La influencia general del cristianismo en todos los ámbitos de la cultura hicieron del ateísmo una posición filosófica bastante inusual. Para algunos historiadores de la filosofía, el ateísmo en sentido estricto surge en la Edad Moderna, en los siglos XVII y XVIII, especialmente, con los filósofos de la Ilustración Francesa. Estos pensadores consolidan los cimientos ideológicos de un ateísmo “militante”, esto es, una forma de ateísmo que se distingue por el modo intransigente y agresivo con que atacan a la religión, acusándola de irracional y opresiva en su totalidad. Marx, Nietzsche y Freud son los epígonos más conocidos de esta clase de ateísmo en los siglos S. XIX y XX.

En la actualidad, el ateísmo militante encuentra sus más destacados exponentes en el mundo anglosajón con intelectuales públicos como Richard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens. Estos “nuevos ateos” (the new atheists, como les ha denominado la prensa angloamericana), al igual que sus predecesores ilustrados, son radicales y proselitistas a extremos inusitados, lo cual les ha hecho proclives a un dogmatismo e intolerancia que incluso resulta irritante para muchos de sus partidarios. En esta línea, tienden frecuentemente a hacer afirmaciones descomedidas al expresar, por ejemplo, que “la religión es la raíz de todo mal” o que “el mundo sería esencialmente mejor si la humanidad entera fuera atea”. Sin embargo, afirmaciones como éstas –expresadas usualmente en un estilo retórico y abusivo– son más bien el resultado de la idiosincrasia de sus expositores, no del carácter per se de sus argumentos.

En nuestros tiempos, el sentido y valor que le demos a la existencia humana dependerá del diálogo que se suscite entre las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad y las diversas corrientes del ateísmo. Todos los que estimamos el diálogo intercultural e interreligioso deberemos esforzarnos por responder apropiadamente los cuestionamientos y desafíos que propone el ateísmo en el mundo contemporáneo.


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