Nos preocupan las barandas del puente Centenario. No parecieran ser capaces de resistir un choque de un vehículo pesado, especialmente de los que vendrán de la Zona Libre de Colón en su viaje hacia Centroamérica. Estas mulas que lo cruzarán con cargamentos de muchas toneladas a las velocidades que ya conocemos, en algún momento podrán desviarse de su carril y chocar contra unas barandas que, a simple vista, parecieran ser incapaces de resistir un impacto de esa naturaleza. Recordemos el bus de La Chorrera que cayó del puente de Las Américas matando a muchos pasajeros, pasó inicialmente por encima de una acera y luego golpeó y destruyó una baranda que lucía sumamente sólida. En el nuevo puente no existen aceras laterales para caminantes, ya que estos deben caminar por el centro del puente. Ello acerca aún más los vehículos a las barandas. Esto, en nuestro parecer, debería producir una medida drástica: rebajar la velocidad a un mínimo razonable. No es lo mismo resistir un impacto a una velocidad de 110 kilómetros por hora, que a unos cincuenta kilómetros.
Imaginemos qué pasaría si además de caer al vacío, un bus cualquiera fuera a dar sobre un barco con pasajeros en cubierta y matara a algún descuidado turista o un simple empleado del barco, no menos valioso para el caso que comentamos.
Existe otra razón aún mucho más importante para reducir la velocidad a un mínimo: en este puente como no existen aceras laterales, sino que hay una sola acera que está en el centro del puente, quienes vayan a cruzarlo a pie, se verán obligados a sortear los tres carriles de cualquiera de los dos lados, para acceder al centro. Al llegar al otro lado, a jugarse nuevamente la vía para hacerse a un lado de la carretera..
Conviene también tomar en cuenta que precisamente en el lugar donde se encuentra el nuevo y hermoso puente, con gran frecuencia se presenta neblina en esta, nuestra larga temporada de lluvias, lo que no deja de ser un agravante para estas situaciones.
Otro aspecto que llama nuestra atención es el hecho de que a la losa del puente, que tiene una caída del centro hacia los accesos de ambos lados, cuando fue vaciada, se le pasó el acostumbrado rastrillo que, al hacer la superficie más rústica, produce una mayor adherencia de las llantas al pavimento, en vez de pasarlo en forma transversal, se le pasó a lo largo o sea en el sentido del tráfico. Esto está produciendo un torrente de agua del centro del puente hacia los accesos que, seguramente, producirá suficiente acumulación de agua para cegar momentáneamente a los conductores, quienes probablemente reaccionarán frenando repentinamente al ingresar al puente, posibilitando así un aparatoso choque en cadena.
La SPIA a través de su comisión de ingenieros que hicieron una cuidadosa revisión del puente, encontraron otros pequeños defectos que no afectan la seguridad de este, pero varios ingenieros han manifestado preocupación por lo que hemos comentado más arriba. Todo lo que cueste tomar precauciones adicionales para impedir cualquier percance, será dinero bien invertido y un remedio barato, especialmente ahora que aún no está en funcionamiento. Es cierto que la concepción y la construcción corresponden al gobierno anterior, pero no hay duda de que cualquier tropiezo se le achacará a la actual administración. El MOP tiene ingenieros experimentados que sin duda podrán garantizarnos que no tendremos los problemas que estamos vislumbrando. Ellos tienen la palabra.
